Ya falta menos, dijo.
El sudor recorría su rostro hasta la comisura de los labios.
Entonces fue cuando los recuerdos se le acercaron con susurros, con una melodía hermosa. Y volvió a cerrar los ojos.
Ahora su pecho calmo. Los latidos del corazón como leves pisadas de aquellos gatitos en el jardín. Y la ventana invitando a la Luna acercarse al rostro.
¿Estará...
No, aún no.
Se vino una niña preciosa con la cara embarrada y una onza de chocolate en sus pequeñas manos. Un sauce, una bicicleta.
Los baifos en el corral mamando. Y mamá besando su carita.
Un suspiro llegó de tierras lejanas y se coló por entre las cortinas y llegó a sus labios.
Y ahora?.
No.
Pero si, ya se había ido. Con la paz que deseó.
María. Año 1988.
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