Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Caracoles

 

Una visita al museo estaría bien, era lo apropiado. De modo que salió a media mañana. Cogería la guagua, se sentaría en un lugar donde pudiera observar con cierta claridad las imágenes que se iban sucediendo mientras duraba el viaje. Las farolas, los sauces que parecían dormir, aquella venta que llevaba allí unos cuarenta años. Cuántas veces en su infancia iba a por golosinas. Las gotas de lluvia resbalaban por el cristal como una dulce caricia. Recordó con nostalgia esas caricias, los besos almibarados detrás de cualquier sitio. 


 Una vez hubo recorrido por no se sabe cuántas veces el museo, decidió ir a un jardín que resumía esplendor por su belleza: lirios, jazmines, arbustos de tonos blancos verdosos. Margaritas, claveles. Asfódelos a un lado y otro. Por un rato se quedó de pié observando a los caracoles. Presumiblemente habrían salido por los rayos del sol, que se desperezaban y desplegaban por el jardín atravesando las hojas, las flores, con una benevolencia natural, un regalo ocre que parecían pinceladas en un gran lienzo. 


De modo que pensó en aquellos moluscos mirando atentamente su andar, lento, El roer en algunas plantas para alimentarse. Ese mundo silencioso como un lago enorme, calmo. Es curioso e interesante poder ver tantos mundo al mismo tiempo, se dijo. Mientras tanto se preparaba para volver a la casa esta vez lo haría caminando, reflexionado el curioso caso de la vida.


"No es la niebla la que no deja ver

son lágrimas"


" En tus manos encontré un mapa

maravilloso. Letras, versos, besos"


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