jueves, 5 de febrero de 2015



Esa sonrisa se habría multiplicado esplendorosamente en pocos segundos, porque en el callejón nada habría para provocar tal acontecimiento. Los callejones normalmente son oscuros y en raras ocasiones tienen algún foco de luz en alguna esquina. De modo que seguiría sonriendo mucho mas que cuando hubo empezado a recorrer y contar cada uno de los zócalos, dado que al otro lado de la calle el estruendo era insoportable, pasos intrépidos, bocinas chirriando igual que un puerta vieja y carcomida, y a pesar de todo eso, el sol se había colado por entre los labios y no tendría inconveniente alguno en cruzar la calle ruidosa y además saludar complacida a los que a esas horas la transitaban. Todo se hallaba en su interior: Un parterre de geranios...,

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