Las ratas se paseaban por las aceras y las esquinas de cualquier callejón. El piso donde vive Preciosa está en lo alto de una de esos callejones. La limpieza es escasa.
Sus padres apenas la han criado. Además de trabajar jornadas enteras son drogadictos.
Una noche pudo ver cómo dos mendigos asaban a esas criaturas para comérselas; vomitó.
A veces no podía dormir por lo que cuando lo hacía tenía grandes pesadillas que la hacían despertar aterrorizada: un monstruo recorría su cama y señalaba con su dedo peludo que no chistase, que estuviera quieta. Obedecía. Así muchas noches.
Es claro que también se escuchaba una música agradable. Un local pequeño permanecía abierto hasta altas horas de la madrugada.
Pero el último sueño fue el peor de todos: como siempre se quedaba quieta y sin mediar palabra alguna. Esta vez sintió dolor, mucho dolor. Cuando despertó sangraba.
Entonces supo que no eran pesadillas.
El último sueño fue la última vez que permitiría eso. Disparó muchas veces al monstruo.
Preciosa es tan preciosa...
Odio tanto los ratones pequeños como los grandes. Me gustó la ligereza de la historia/cuento.
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saludos poéticos
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Pensamientos poéticos y ensoñaciones
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