Parece que llora, dijo Helena, porque mientras caían pequeñas gotas a un ritmo unísono, estas, bordeaban los culantrillos como un quejido eterno. El círculo siempre se repetía. "La lacrimosa de Mozart."
¿Sería una crueldad entonces?, volvió a decir. Un sufrimiento impuesto por la mano del hombre, cruel destino del agua cristalina obligada a caer gota a gota para que ese llanto perenne no acabase nunca, ni el croar de las ranas, ni tempestad habría de interrumpir el dolor de las perlas bordeando la mata verde para caer en un pozo. Allí estarían esperando que alguien generoso las recogiera de tal prisión. Acabar hidratando la piel, toda la piel; el cuerpo. Aplacando la sed. Hervir en el fuego.
Durante la noche detrás de la ventana se escucha un lamento. Gota, a gota. Obligadas a dejarse caer...
Qué visión más original de la destiladera y qué feliz se pondrá cuando la mano se acerque y por fin el cazo la posea y lleve sus gotas a la boca
ResponderEliminarMuaaaak
Otro Muaaaak de vuelta para ti!
ResponderEliminarY yo la gota
ResponderEliminarY tú la piel
Y yo piedra
Y tú la mecha
Y yo la brea
Y tú papel