Piano y Cello, y
sueños
Hace mucho que no
paso por el camino de las Mantecas. A veces me duele pensar que la casa sigue
ahí. La fachada maltrecha desde que las puertas, y ventanas, quedaron cerradas.
La madera reseca, sin color. Se quedó olvidada. Pero los recuerdos se quedaron,
dentro.
La hilera de
balaustres sigue en pie. De lado, a lado.
Por aquellos años
se veían las enredaderas, los jazmines, rodeándolos. Qué perfección de la
naturaleza, y es que, el amor lo envuelve todo, es todo tan puro. Ellas se
entrecruzaban, se daban la mano, y poco, a poco, los colores eran
protagonistas. Alguien barría la azotea cada mañana, y los claveles en los
macetones agradecían, que, aquellas manos divinas les diera la vida, con el cazo de agua. Pero todo era
silencio, calma, como cuando la mar se aquieta en un sueño profundo, como
cuando una madre canta una nana.
Mañana iré, si, iré
a verla. Besar con mis dedos las ventanas tristes, la puerta sin vida.
Iré, porque antaño
fue el hogar más bonito que he conocido. Como si una bandada de mirlos siguiera,
detrás, en el patio. Un patio con un banco, y una pileta para la ropa.
Y verlos, cada cual
con sus cosas. El potaje huele bien. La vitrina de la entrada, los cuadros de
retratos, de rostros jóvenes, con sonrisas de hambre, de asentir por el miedo.
No fueron tiempos fáciles, no lo fueron. El gran dictador era aquella nube
negra que acechaba.
Mañana, iré, si,
iré y besaré las ventanas con mis dedos, y la puerta, y el pomo, que no quiere
girar, no quiere.
Recuerdos y nostalgias.
ResponderEliminarUn abrazo.