lunes, 19 de marzo de 2018

Aconteceres





Tuvo la sensación, mientras sorbía un poco de té, que una mosca parda revoloteaba alrededor, pero se quedó con la duda, porque al alzar la taza, justo cuando apresuraba sus labios para beber, un halo transparente bordeó la taza y su mano; o eso fue lo que ella pudo ver, lo que su mente le transmitía en ese justo momento. Naturalmente la mosca era diminuta, quizás una cría. Sus pequeñas alas de papel enérgicas recorrieron en unos pocos segundos la taza, la mano de ella, y en un rápido zigzagueo, desapareció...
Porque no habría siquiera un rumor de alas batiendo, no habría ni un leve roce.
De modo, que siguió escribiendo, y sorbiendo, y aún dudaba si el hecho había sucedido realmente, o, no. Si todo habría pasado por su cabeza, y su imaginación desbordada, le hubiera hecho una jugarreta..
Se acomodó en la silla giratoria Se recogió el pelo (ya se notaba la calidez de una primavera incipiente), colocó bien el reloj de pulsera, y giró el anillo de piedras preciosas y un foco de luz besó su rostro, de tal modo, que le pareció una caricia, una leve y ardorosa caricia venida de cualquier lugar. De la boca de aquel señor, que de vez en cuando la miraba (Ella hacía lo mismo).
Cuando hubo terminado llevó la taza, aún con la bolsita parapetada a ella, como si se hubieran fundido…
Pero luego lo segundo que hizo fue comprobar si realmente el insecto sobrevoló como un águila el lugar. O como un obús cargado de metralla.
Y allí estaba otra vez, pero la miraba, la miraba y observaba. Y eso le causó pavor.



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