Tuvo
la sensación, mientras sorbía un poco de té, que una mosca parda
revoloteaba alrededor, pero se quedó con la duda, porque al alzar la
taza, justo cuando apresuraba sus labios para beber, un halo
transparente bordeó la taza y su mano; o eso fue lo que ella pudo
ver, lo que su mente le transmitía en ese justo momento.
Naturalmente la mosca era diminuta, quizás una cría. Sus pequeñas
alas de papel enérgicas recorrieron en unos pocos segundos la taza,
la mano de ella, y en un rápido zigzagueo, desapareció...
Porque
no habría siquiera un rumor de alas batiendo, no habría ni un leve
roce.
De
modo, que siguió escribiendo, y sorbiendo, y aún dudaba si el hecho
había sucedido realmente, o, no. Si todo habría pasado por su
cabeza, y su imaginación desbordada, le hubiera hecho una
jugarreta..
Se
acomodó en la silla giratoria Se recogió el pelo (ya se notaba la
calidez de una primavera incipiente), colocó bien el reloj de
pulsera, y giró el anillo de piedras preciosas y un foco de luz besó
su rostro, de tal modo, que le pareció una caricia, una leve y
ardorosa caricia venida de cualquier lugar. De la boca de aquel
señor, que de vez en cuando la miraba (Ella hacía lo mismo).
Cuando
hubo terminado llevó la taza, aún con la bolsita parapetada a ella,
como si se hubieran fundido…
Pero
luego lo segundo que hizo fue comprobar si realmente el insecto
sobrevoló como un águila el lugar. O como un obús cargado de
metralla.
Y
allí estaba otra vez, pero la miraba, la miraba y observaba. Y eso
le causó pavor.
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