Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Flamboyano

Acabo de tomar café sin efectos secundarios, pues sigo igual de dormida que al amanecer. El sol aún permanece rezagado, a saber que estuvo haciendo. Desde la quinta planta de mi edificio, a través de los cristales ahumados, observo  a  una pareja que  desayuna en la terraza, enfrente. Entre arrumacos y croissants, tímidamente los primeros rayos de sol. Al rato, la tierna pareja discute acaloradamente, y un pobre chiguagua sale despedido al aire. Tuvo mucha suerte, pues cayó en la copa de un hermoso Flamboyano rojo.

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Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...