Acabo de tomar café sin efectos secundarios, pues sigo igual de dormida que al amanecer. El sol aún permanece rezagado, a saber que estuvo haciendo. Desde la quinta planta de mi edificio, a través de los cristales ahumados, observo a una pareja que desayuna en la terraza, enfrente. Entre arrumacos y croissants, tímidamente los primeros rayos de sol. Al rato, la tierna pareja discute acaloradamente, y un pobre chiguagua sale despedido al aire. Tuvo mucha suerte, pues cayó en la copa de un hermoso Flamboyano rojo.
Del amor al odio dicen, solo hay un paso.
ResponderEliminarLos flamboyanos además de hermosos son útiles
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