Un abanico de golondrinas sobrevuelan la casona. Es tiempo de descansar. Cae la tarde, gloriosa de haber regalado un día que ha colmado cualquier clase de expectativa, un día en que los labriegos han acariciado la tierra, han quitado malas hierbas, preparado surcos. Es volver a empezar con un puñado de semillas como si de pepitas de oro se tratase. Brillan en su manos. Se depositan con anhelo en pequeñas cunas; se miman con el riego.
Las alpargatas penden de la balaustrada al lado de los geranios. Un poco de vino y una pelota de gofio con almendras, pasas, queso una cena deliciosa mientras observan como tímidamente una luna se despereza. Poco a poco desplaza al sol que debe recogerse.
Ahora ríen. Alguien contó alguna historia graciosa, de esas merecedoras de un aplauso. Mientras tanto la noche se adviene como un señora seductora para besar los ojos, para que descansen. Acariciar los sueños de cada cual. Envolver un futuro ilusionado, proteger los corazones de la gente buena.
Bello relato acompañado de una preciosa melodía, me he encantado amiga. He estado en esa casona al atardecer, compartiendo con mis seres queridos, me has hecho imaginar. Besitos y gracias por estar.
ResponderEliminarGracias a ti por tu visita.
ResponderEliminarMuchos besos amiga!