Después
de que sufriera la picadura de la serpiente encendió un cigarro, y
supo que iba a morir. Se alojaba en una casa bonita, quizás algo más
lujosa que las que habían alrededor. Acostumbraba a andar con los
pies desnudos, con una blusa sin botones y un roído pantalón de
manchas oscuras…
Ese
día el desayuno se compuso de leche de camella, de albóndigas de
pollo, y un poco de queso duro y ácido. Vivió en la aldea veinte
años, de los cuales, cinco, estuvo grave a causa de la mordida de un
león o leona, nunca lo supo. Celebró muchas navidades con sus
amistades, y con una tía loca que visitaba el continente cada vez
que se acordaba.
Pero
la vida y las circunstancias hicieron que terminara de ese modo. Con
el vómito anegando su pecho, con las manos frías, con los ojos de
demonio maldiciendo a semejante mala suerte y cabronada.
Ha
vuelto de regreso a su tierra, pero ahora es ceniza...
La vida le jugó un mala pasada… la vuelta a su tierra no fue la que él esperaba hacer.
ResponderEliminarUn cálido abrazo
Triste relato...
ResponderEliminarUn abrazo.