La llevaba atada a
la muñeca, como si se tratara de una pulsera de diamantes, era de
esas pulseras de hilo entrecruzado formando una trenza y de varios
colores. Cuando se la quitaron para las pruebas se quedó grabada en
la piel, igual que un tatuaje, la pulsera de sus amores, de sus días
de esplendor, el regalo más bonito que jamás había recibido.
Al ladear el cuerpo
salió de los labios un hilo de sangre que pronto llegaría al suelo
de tabillas de madera, era espeso como la melaza casera.
Alguien miraba por
la ventanilla y arqueaba una de las cejas intentando ver mejor lo que
sucedía dentro. Había dormido sola esa noche. El lo sabía muy
bien, por eso quería saber qué había pasado.
También lo sabía
el alcalde. Un abogado y un fiscal de la zona, es decir los que
habitualmente acudían a las vistas del Juzgado del pueblo.
El médico forense
se presentó unas horas más tarde. Con corbata y un sombrero gris de
fieltro.
Le tomó el pulso a
sabiendas de que la vida se había esfumado horas antes, pero era
menester, era el protocolo, o la necesidad de querer que en algún
momento diera un respingo, o balbuceara algo.
Realmente deseaba
que ella abriera los ojos. Que le sonriera o se carcajeara con alguna
de sus ocurrentes historias, aunque algunas hirieran mortalmente por
su alto contenido en cianuro. Siempre le decía eso: Tus historias
tienen un alto contenido en cianuro. Qué labios y que forma de mover
las caderas cuando la tenia cerca...
Cuando hubo
terminado, y sin que nadie se percatara de ello, le peinó la melena
y luego sacó otra pulsera entrecruzada de hilos de colores: ¿Te
gusta esta mi amor? Le dijo.
Sutil y tremendo; delicado y atroz. Todo a la vez. Cómo me gustan tus escritos.
ResponderEliminarBesitos linda
Gracias mi preciosa Lopi. Siempre tan generosa.
EliminarBesitos y más besitos.
Noo, no es generosidad. Es mi purita verdad :)
EliminarMuacka!
Ay amiga linda!
EliminarMuackaaaaaa!!
Relato con final inesperado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ahí va un abrazo de vuelta, Rafael.
EliminarNo eran preguntas susurradas,
ResponderEliminareran súplicas y alaridos,
creo que era el invierno preguntando por ti,
un invierno al desuso,
cálido, sumiso, cubierto de lodo,
de oscura tez,
con los brazos abiertos,
un invierno despierto eternamente,
un invierno errante,
golpeando puertas y ventanas,
tal vez buscando resquicios
en tu alma.
Me gustó.
Besos siempre.
Qué bonito Gustavo...
ResponderEliminarBesos siempre.
Una historia emocionante. Beso
ResponderEliminarAgradecida Hanna.
ResponderEliminarUn beso.