lunes, 6 de junio de 2016

Incertidumbre




Fue imposible desear no permanecer allí. Su pecho ardía como si una espada lo hubiera atravesado.
Ese día las palomas se amontonaron en el patio, justo al lado de la capilla, eran tantas, que casi no se podía caminar. El mar permaneció calmo todo el tiempo, y el sol esculpía con sus rayos los rostros sombríos de algunos, sobre todo los que se hallaban detrás de la cristalera.

Se contuvo por un rato, incluso ofrecía algo de beber o de comer, con el gesto amable, pero con el dolor en los ojos; pero todo era tan irreal. Lo sabía, y sabía que de un momento a otro estallaría de rabia y de pena, y los rizos del cabello se desmoronarían como el serrín cuando cae en diminutas partículas de polvo.

La criatura nació una tarde de mayo, un hermoso niño de ojos negros y pelo rubio.

-Hola mi amor, le dijo. Soy tu mamá, prosiguió.

Se sentía muy dichosa a pesar de lo agotada por el parto, pero eso era algo insignificante para ella, realmente la felicidad inundaba la habitación y la sonrisa se explayó, como un bostezo. El pequeño lloraba. Ella lo acercaba a su pecho con mucho cuidado para amamantarlo, luego se cruzaron la miradas.

El regreso a casa causó una expectación increíble. La cunita blanca en una esquina de la habitación y al lado el ropero. Se había preparado unos días antes meticulosamente, a falta del tul para cubrir. Luego llegaron los seis angelitos muy bien guardados, cada uno en una caja. Seguramente habrían de adornar el capazo y la cuna; eran muy bonitos y poco vistos, porque se cocieron literalmente en el horno; luego, una capa de pintura azul y para las alas, un color ocre suave. A Lilia le gustaba eso de hacer angelitos con el sobrante de pan duro.

El eco de aquellos días felices resonaron en su cabeza como golpes de martillo, como cuando el herrero faena distraído de todo y se afana.

-¿Quieres el misal?, le dijo la señora, una de tantas que permanecían en silencio, como si en verdad aquel infierno le quemara siquiera un dedo de sus manos, pero allí permaneció hasta que hubo terminado la misa, luego, se fue. Todos se fueron.



-No, dijo. Y de nuevo volvió a mirarlo. Era tan bello, tan sereno dormía. Quiso romper con sus manos el cristal, y gritar, y correr y besarlo. Pero clavó las uñas en su estómago, y sangró su boca y quiso vomitar la cruel despedida...








8 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla! ¡Cómo escribes!, haces sentir a quien lee cada una de tus palabras las emociones que has trasmitido en ellas, sin mermar un ápice su intensidad.

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  2. Agradecida Tracy. Me alegra mucho que te haya gustado.

    Un beso.

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  3. Duele el recuerdo,
    tiembla la voz al intentar
    articular palabra alguna,
    como un puñal el vello se clava,
    hondo entre su piel y mi piel,
    sangre seca clama
    permanecer en su memoria, por siempre.

    Sufrido e inmenso.

    Menudo comienzo de semana!!!
    Besos siempre

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    1. Ah que retazo más bonito me dejas.

      Me alegro que te haya gustado.

      Besos siempre.

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  4. Uffff tremendo amiga, imposible con tus palabras no ponerse en el lugar de esa madre...
    Eres fantástica. Besitos mil.

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    1. Pero caramba mi lopis!

      que me gusta mucho que te guste.

      Besos para ti también y muchos

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