Fue
imposible desear no permanecer allí. Su pecho ardía como si una
espada lo hubiera atravesado.
Ese
día las palomas se amontonaron en el patio, justo al lado de la
capilla, eran tantas, que casi no se podía caminar. El mar
permaneció calmo todo el tiempo, y el sol esculpía con sus rayos
los rostros sombríos de algunos, sobre todo los que se hallaban
detrás de la cristalera.
Se
contuvo por un rato, incluso ofrecía algo de beber o de comer, con
el gesto amable, pero con el dolor en los ojos; pero todo era tan
irreal. Lo sabía, y sabía que de un momento a otro estallaría de
rabia y de pena, y los rizos del cabello se desmoronarían como el
serrín cuando cae en diminutas partículas de polvo.
La
criatura nació una tarde de mayo, un hermoso niño de ojos negros
y pelo rubio.
-Hola
mi amor, le dijo. Soy tu mamá, prosiguió.
Se
sentía muy dichosa a pesar de lo agotada por el parto, pero eso era
algo insignificante para ella, realmente la felicidad inundaba la
habitación y la sonrisa se explayó, como un bostezo. El pequeño
lloraba. Ella lo acercaba a su pecho con mucho cuidado para
amamantarlo, luego se cruzaron la miradas.
El
regreso a casa causó una expectación increíble. La cunita blanca
en una esquina de la habitación y al lado el ropero. Se había
preparado unos días antes meticulosamente, a falta del tul para
cubrir. Luego llegaron los seis angelitos muy bien guardados, cada
uno en una caja. Seguramente habrían de adornar el capazo y la cuna;
eran muy bonitos y poco vistos, porque se cocieron literalmente en el
horno; luego, una capa de pintura azul y para las alas, un color ocre
suave. A Lilia le gustaba eso de hacer angelitos con el sobrante de
pan duro.
El
eco de aquellos días felices resonaron en su cabeza como golpes de
martillo, como cuando el herrero faena distraído de todo y se afana.
-¿Quieres
el misal?, le dijo la señora, una de tantas que permanecían en
silencio, como si en verdad aquel infierno le quemara siquiera un
dedo de sus manos, pero allí permaneció hasta que hubo terminado la
misa, luego, se fue. Todos se fueron.
-No,
dijo. Y de nuevo volvió a mirarlo. Era tan bello, tan sereno dormía.
Quiso romper con sus manos el cristal, y gritar, y correr y besarlo.
Pero clavó las uñas en su estómago, y sangró su boca y quiso
vomitar la cruel despedida...
¡Qué maravilla! ¡Cómo escribes!, haces sentir a quien lee cada una de tus palabras las emociones que has trasmitido en ellas, sin mermar un ápice su intensidad.
ResponderEliminarAgradecida Tracy. Me alegra mucho que te haya gustado.
ResponderEliminarUn beso.
Parece un sueño.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Rafael.
ResponderEliminarAbrazos.
Duele el recuerdo,
ResponderEliminartiembla la voz al intentar
articular palabra alguna,
como un puñal el vello se clava,
hondo entre su piel y mi piel,
sangre seca clama
permanecer en su memoria, por siempre.
Sufrido e inmenso.
Menudo comienzo de semana!!!
Besos siempre
Ah que retazo más bonito me dejas.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Besos siempre.
Uffff tremendo amiga, imposible con tus palabras no ponerse en el lugar de esa madre...
ResponderEliminarEres fantástica. Besitos mil.
Pero caramba mi lopis!
Eliminarque me gusta mucho que te guste.
Besos para ti también y muchos