Observó el drago de Pino Santo y las múltiples hojas danzaban al aire, ahora algunas de ellas parecieran llorar, suplicar- ¿dolor? Ella sintió dolor porque el fluir de las hojas trajo con ellas un llanto moribundo. La desesperación de Nataly cuando hubo que internarla en la casa de salud mental; llevaba las muñecas anudadas y la observaba desde la puerta y se acercaba con sigilo hacia ella- ¿sabría ella la respuesta? Sería terrible su respuesta, porque la había llevado al precipicio sin la posibilidad de agarrarse a ningún saliente, ni una rama, ni una raíz. Sintió el temor de ella y le tomó la mano y sonrió.Quiso decirle al oído que ella sentía lo mismo y miraba sus ojos ausentes; dos esmeraldas enterradas, alejadas del transcurrir de las horas, dos esmeraldas que vagaban buscando esa raíz, ese saliente- ¿querría huir? ¿Querría cerrar todas las puertas tras de si?-dolor, dolor- eso fue lo que ella pudo ver en los grandes ojos esmeraldas. Le hubiera dicho que recordara aquellos otros tiempos en la casa familia; sin embargo permanecía allí tumbada sin percibir la oleada de pasos aquí y allá, entrando y saliendo de las habitaciones.
Una enfermera enjuta con los labios sellados, como si hubieran sido dibujados en en su rostro sepia pedía desalojar la habitación agitando una de sus manos para que saliéramos al pasillo; pareciera un policía dirigiendo el tráfico, enarbolando el brazo en gesto autoritario.
Ese horrible lugar gris podría haber sido un prado verde rodeado de picudas montañas con la punta de la nariz de blanco, en invierno; habría caminos por éste lado y por aquel; ganado pastando; un pequeño riachuelo con el agua serpenteando y brillando por los rayos del sol. Mejor así, mejores vistas; nada de puertas; nada de pasillos; de policías dirigiendo el tráfico. Todo ingrávido igual que las plumas que caen de los nidos cuando los gorriones revolotean y abren el pico para saciar sus pequeños estómagos; nidos y nidos de protección; de sonrisas enteras; de bizcochos de cerezas. Un árbol repleto de nidos en cada rama. Árboles con nidos aquí y allá. No más puertas; no más pasillos ni policías.
Fragmento de Insomnio, de María Estévez
Encuentro montones de poemas en tu prosa.
ResponderEliminarDa gusto leerte.
(Y comentarte)
Besos.
Gracias Xavi, qué halagador.
ResponderEliminarBesos.
Como siempre me encanta. Eres fantástica. Besos.
ResponderEliminarGracia Eva, y te mando un beso enorme para ti.
Eliminarsi no estremeciera, bien podría ser esto un prado verde al que le huyeron grises de tiniebla..
ResponderEliminarEstupendas imágenes, María.
Una delicia leerte
Besos
Me alegro mucho que te guste. Gracias por visitarme.
EliminarBesos para ti también.
si no estremeciera, diríase todo prado. 'prado verde y florido. fuentes claras. manjar que da sustento al alma mía...'
ResponderEliminarpero estremece...
un placer leerte, María
abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Que distintas y lejanas parecen algunas realidades ajenas! y sin embargo están ahí,al lado,rozando nuestra piel,amenazando la frágil paz que creemos poseer.
ResponderEliminarUna vez más me haces sentir con tus letras,un abrazo María.
Gracias siempre Ramón..
ResponderEliminarAbrazos y besos