lunes, 3 de noviembre de 2014

Cuando transcurre el tiempo


Ahora ya casi ni se llevan, se dijo, mientras observaba sentada en un banco el recogido que se elevaba en la cabeza de la mujer. El broche  ajustado al pelo brillaba y lanzaba miles de pequeñas chispas de colores según la luz que hubiere recibido a medida en que se adentraba en el parque. Por lo tanto entre las ramas de algún sauce y entre los parterres llenos de flores silvestres habría desaparecido la silueta, conforme el paso del tiempo todo se habría ido con ella; el broche sujeto y brillante desaparecería y, el frondoso parque cuando la noche cubriera las copas de los árboles anegando  con el negro carbón de sus dedos.
Algún día ella tampoco habría estado ahí, en el banco. Se esfumarían todas las secuencias que una, a una, hubieren pasado por entre el camino que daba al parque, ya no se erguirían los setos, y los bancos, serían simples imágenes  fantasmales a veces vociferando, y otras, con lágrimas brotando como un chorro de fuente en medio del desierto. Probablemente la rambla y los puestos de castañas esperarían por los transeúntes y esperarían si así hubiese sido, doscientos años, pasarían caballos con sus carretas; coches con señores y señoras bien vestidos; jóvenes muchachos riendo y correteando y se anegaría una y otra vez de blanquecino humo la avenida. ¿Qué habrá sido de la señora con el broche en el pelo?, se preguntó. ¿Cuánto tiempo hubo permanecido entre los sauces?- Quizás fue una señora feliz o, por ende, desgraciada; pero tarde o temprano desaparecen toda clase de infelicidades; desaparecen las risas…,

Se había esmerado en observar con atención aquellos hombres que charlaban amistosamente a medida que se iban aproximando por el camino hacia el parque y, justo a su altura, donde ella permanecía sentada con un libro entre las manos, se habrían detenido para preguntarle afablemente por la entrada principal del jardín botánico. Por supuesto estaría dispuesta a responder, cerraría su libro de poemas y señalaría complacida de haber podido ayudar a esos caballeros que el tiempo hubiere puesto en su camino, esos mismos señores, que, ya formaban parte de esas secuencias en su tic, tac y, a medida que transcurren las horas todo se va trasformando en otro tiempo, recuerdos, voces aquí y allá. -Nada más tienen que coger ese camino corto y a la derecha  la entrada al botánico, respondió- Con mucho gusto les habría acompañado, si, realmente sería para ella maravilloso poder llegar hasta la puerta y señalar: Señores, aquí la entrada al botánico, que tengan una hermosa mañana y disfruten de la  extensa flora- Eso pensó unos minutos antes, cuando pudo imaginar a los caballeros charlando de camino al parque, cuando imaginó a la señora con broche ajustado al pelo, que se había adentrado entre los sauces y, que nunca más supo de ella. Cerró el libro de poemas y se asomó al ventanal y pudo contemplar miles de hologramas tridimensionales que pendían en lo alto, cada uno, con una historia diferente, cada uno con muchos amaneceres, y muchos anocheceres y cada uno, con miles de bocas hambrientas y cada uno, con miles de carcajadas…,

10 comentarios:

  1. Bonito relato el que nos dejas.
    Un abrazo.

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  2. Respuestas
    1. No quería plasmar hastío en el sentimiento del personaje, pero tu lo has interpretado asi, lo cual es normal desde la perspectiva personal.

      Besos.



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  3. como siempre describes los instantes llenándolos de sentimientos,haces que el lector vea por los ojos de la protagonista y sienta lo que ella siente.
    ya nos hemos reunido el consejo de redacción de la revista de la que te hablé,pronto entrará en imprenta,cuando salga te enviaré un ejemplar.
    Abrazos

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    1. ¿Te he dicho que eres un encanto de persona?


      Muchas gracias , Ramón.

      Abrazos .

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  4. veo en el relato el paso del tiempo y la angustia del personaje al saber que ella también desaparecerá como la dama del broche, saludos María

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