El otoño había venido. Las hojas ocres alfombraban el camino. Un murmullo aquí y allá.
El templo se halla en aquella colina. Solamente ella iba una vez en semana para visitarlo.
Se había prometido a si misma que no dejaría de hacerlo mientras su corazón siguiera latiendo.
Se lo debía, porque precisamente fue el corazón el regalo más grande que le habían hecho.
A menudo tenía sueños, pero no eran sus sueños, porque siquiera reconocía: ya fuese paisajes, personas, nombres etc.
De modo que, así lo hizo hasta que llegó el día de su fallecimiento.
Asimismo ya fuese en la montaña, o en la costa vivió esplendorosamente.
Déjate llevar, dijo alguien. Fue cuando despertó después de la operación.
Las arrugas surcaron todo el cuerpo: eran arrugas de tiempo, de felicidad, de encuentros.
Arrugas valientes, bellas. De recorrer el mundo.
Arrugas de lágrimas y de risas. Se fue bellísima de arrugas.
El corazón más hermoso del mundo: latía con fuerza. Precioso corazón.
¿Y cuando se fue?.
Se fue cuando tuvo que hacerlo.
Se cansó. Se dejó.
Se disolvió todo alrededor. Nada era nada.
“Los juncos arroparon
el alma angustiada”.
Precioso corazón y preciosas palabras.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Torito.
EliminarBesos.