Una rémora parecía,
a cada paso que daba, la rémora seguía ahí, viviendo de ella,
alimentándose de ella, de sus pertenencias, ahora iría pegada a su
espalda, y el sentimiento que eso provocaba, era subyugante, un
castigo desde que vino a este mundo…
Sony nació un
veintidós de julio de mil novecientos doce. Cuando en aquel pueblo
siquiera había algo de especial. Eso sí, un verde prado lleno de
ovejas, algunas de ellas, viejas y cansadas, como sus dueños, que
dormían justo al lado de ellas, en un establo, porque aquella casa,
era un establo.
Sony se había
criado como todos los niños, con una infancia normal, dentro de lo
que se puede llamar normal. Pero el sometimiento que imponían los
terratenientes a los lugareños era descomunal, porque estos, se
partían el lomo cada día, en esas tierras. Pero la suerte de Sony,
fue malograda el día en que Malsis nació, si ese mismo día,
porque, a los pocos meses se había convertido en una rémora para
él. Al principio a Sony le gustaba, porque era una chica compasiva,
y sentía lástima de Malsis, al verlo tan desprotegido, tan solo.
Comenzó entonces la unión entre los dos, una unión perfecta,
risas, salidas a merendar. Ir al prado verde y quedarse ahí toda la
tarde.
Pero un día Sony se
había llenado de pupas, unas pupas horribles en todo su cuerpo. La
rémora era la causa de ello. Ya no podría apartalo de ella, ya no
tenía fuerzas y, sobre todo se sentía humillada y muy vieja. Pero
ya sería demasiado tarde...
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