El aire
del ventilador hizo que el visillo se alzara como la vela de un bergantín
y los folios amontonados volaran hacia el techo propulsados por un cohete
mágico, hojarascas ondeando por la habitación, con los nombres escritos de aquellos
que un día firmaron algún pacto, una alianza entre los vecinos de un lado y
otro, probablemente un acuerdo para el riego de las tierras…,
Por
esos días Dolores Sánchez se hallaba en la ciudad en unos bonitos apartamentos,
chiquitos, pero bien situados. El maletín de piel de cabra estaba repleto de
esos folios itinerantes, folios viajeros, pergaminos escritos de su puño y
letra, además, las cartas, las viejas cartas que aún conservaba, y que, por
nada del mundo se habría desprendido de ellas:
“Hace
tanto que me he ido y, tanto que deseo volver a verte”
“¿Recuerdas
las medias lunas? “
“Ramón
dice que la yegua está a punto de parir, quise decírtelo antes que nadie, se
que te hará muy feliz el hecho del nacimiento del potrillo de Azalea”.
Vuelve
a mi lado, a París, o donde tú desees, te espero, te esperaré siempre, tuya que
te quiere: Josefa.”
Algunas
de las frases de aquellas cartas se habían grabado en su cabeza, como cuando
hubo de memorizar la tabla de multiplicar o, cuando hubo de aprender a contar
las ovejas de la granja de Eustaquio, de chiquita. Por eso no quería que se
apolillaran, por eso las tenía como un diamante que brilla al sol cuando
éste clava un dedo ardiente en él.
Dolores
Sánchez tomó el camino de vuelta, porque ya había registrado oficialmente
aquel tan importante asunto y, que con tanto gusto le habían encomendado por
ser la mediadora, la pacificadora…,
No
fue suficiente tomar un viejo taxi hasta llegar al apartamentito, por lo que
hubo de caminar unos tramos, y surgió un soliloquio que la mantuvo entretenida
por la calleja de en medio. !Ah, vida!, se dijo, te echo de menos, volvió a
decir, el anciano trompetista de la esquina la miró con complicidad y le lanzó
un guiño, ella, hizo lo mismo.
Todos tenemos viejas cartas almacenadas, incluso alguna sin enviar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, Rafael.
EliminarUn abrazo intenso.
Dolores Sánchez parece ser una mujer magnífica.
ResponderEliminarBesos.
Yo también pienso eso, Xavi.
EliminarBesos.
Casi lo único que queda por siempre son las letras grabadas, en itinerantes folios o en nuestra mente.
ResponderEliminarMaravilloso viaje al recuerfo.
Feliz semana. Besos siempre.
Me alegra que te guste, Gustavo.
ResponderEliminarFeliz semana igualmente para ti.
Besos siempre.
*una vez hice limpieza general.
ResponderEliminarsolo una
solo entonces apareció la caja, tanto tiempo desaparecida.
ahí estaban las medias lunas infinitas. las que jamás llegaron a destino...*
no vieron sino noche oscura, ay!!
besos
A veces sucede, Pilar.
ResponderEliminarGracias por pasarte.
Besos.
Ya no se escriben cartas, gracias por traérnoslas tú de nuevo.
ResponderEliminarun abrazo
Gracias Ramón.
ResponderEliminarBesos y abrazos.