Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

domingo, 19 de julio de 2015

Altos vuelos, no tan altos





El ramo de Kalanchoes es bamboleado por el aire del ventilador, Agripina parece abstraída y deja que su vista se escape por la ventana, como si se tratara de un estornino que se lanza al vacío en busca de otro lugar, otro, que le proporcione aires nuevos, algo diferente a esas horas de hastío, sobre todo, cuando la tarde se quiebra por las recurrentes  discusiones de Ofelia y Ana…,


Ellas llevan dos décadas juntas, viven justo en la planta de abajo, tienen un loro verde que las remeda continuamente, a veces impresiona, porque pareciera una personita dentro de una jaula parloteando esto o aquello. El loro fue regalo de una de ellas, el día que decidieron unirse para toda la vida, pero jamás habrían pensado que el animalito se regodeara de ambas  de aquella forma tan cínica, tanto, que estaban pensando en darlo en adopción, porque, Babalú, ya había adquirido ese don que tienen algunas personas para increpar, de modo que, cuando la una estaba separada de la otra, él, conseguía con sus burlas atormentar el corazón de cada cual, y esto hacía que terminaran en discusión, y el eco de sus voces chirriaban y se colaban por entre el ventanal, donde seguían los Kalanchoes abatidos, y, donde  Agripina  parecía totalmente anestesiada, seguramente ya habría sobrevolado la ciudad y el río, y podría ser que encontrara una gran bandada de estorninos, sería muy placentero, porque nada hay más hermoso  que poder escapar de entre barrotes.


El timbre hizo que regresara y eso que ya había alcanzado un valle verde, de muchas hojas grandes, tanto, que parecían abanicos gigantes, se habría despedido pues de los demás pájaros y batiendo fuertemente sus alas volvería a la misma habitación, donde los Kalanchoes abatidos se movían ahora si cabe con más fuerza, como cuando un vendaval fustiga un campo de trigo; Agripina atusó sus plumas, dió unas monedas al muchacho de las pizzas, y cerró la puerta de un puntapiés, y pensó en dejar ese viaje para otro momento, ahora, irremediablemente daría buena cuenta a la cena, lógicamente con la letanía de Babalú…,


14 comentarios:

  1. Seguro que los barrotes siempre son abatidos.
    No resisten
    Los kalanchoes, de testigos.
    Muy buen relato. Alto vuelo, claro que sí
    Besos

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  2. Me alegro que te guste, Pilar


    Besos siempre.

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  3. Agripina, kalanchoes, Babalú....

    Parece urdu.

    Besos.

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  4. Me ha gustado este vuelo, me gustan tus alas.
    Un abrazo amiga

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  5. Gracias, Ramón

    Abrazos para ti también, amigo.

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  6. A lo mejor yo hubiera desconectado el timbre, no sé, quizá...
    Como siempre un gusto leer cosas bonitas.
    Besos siempre y feliz semana.

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  7. Gracias, Gustavo.. muy generoso.

    Besos siempre y feliz semana para ti, también.

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  8. gracias María por compartir tus escritos a tu buen estilo.....

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  9. Gracias a ti. Lao, por pasar y comentar.

    Un cálido abrazo.

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  10. Es precioso que siempre consigues dibujarnos en la cabeza historias tan llenas de todo. Gracias.

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  11. Gracias a ti, por venir y comentar. Me alegro mucho que te guste.

    Un abrazo fuerte.

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