Ni los fuegos de artificio con su estruendo.
Ni el torrente que la lluvia forma en la tarde,
en la tarde oscura de invierno, madre inmensa,
madre enorme que tú todo abarcas.
Manos juntas al firmamento, ruegan la misericordia
de unos oídos sordos. (Y sobreviene el sueño eterno.)
(Festines y grotescas risas de unas marionetas)
Ni la pena de sus almas putrefactas,
ni el dolor de sus bocas secas,
nada se escucha, cuando los oídos permanecen sordos.
Deliciosamente melancólico.
ResponderEliminarBienvenida a la blogosfera y gracias por tu visita y comentario.
Me gusta mucho tu plantilla.
Un beso, Aniagua
la indiferencia aleja el sentimiento, ensordece el alma al grito de auxilio, nadie puede ayudar al dolor cuando se niega a oirlo..
ResponderEliminarsaludos querida Aniagua
Sentires que duelen en el alma. indiferencias que acongojan y oprimen.
ResponderEliminarCariños