Sentirse
abrazada con un cruce de miradas, resplandece el sol. Supura el
deseo…
Jazmines
en los tobillos, el velo se desprende y cae a la Baluch roja, el
cuerpo se contonea, son las ondas de arena del desierto, son pechos
dorados que ahora se besan con la suavidad del mejor de los afeites,
se desliza la lengua zigzagueando y bordea la areola bronce, un
gesto, placer, la alcazaba se cubre del gris plateado de la tarde,
rezuman los cuerpos, gota, a gota, el abrasador deseo, brillan los
muslos, delicada piel, el roce de las manos de él hasta llegar a la
fronda del helecho, huele a azahar. Se agita el cuerpo tendido,
vuelve un beso al ombligo donde reposarán las gotas de él, como un
oloroso perfume. El rags baladi comienza, la pelvis es una serpiente
que
vibra, acercando aún más los labios, la lengua, susurros, pliegues
de piel encontradas y acariciadas, un devenir de dos.
El
recreo de sus juegos se ralentiza, palmo, a palmo, un gemido se
escapa de ella, otro beso, y otro, y otro, Shhhhhhhh... con la
palma de la mano cubre los labios sedosos, sigue la celestial danza,
ahora suspiros, ahora gemidos, ambos cuerpos agonizan, se cruzan las
piernas, el sudor es la saliva de ambos, cimbrea el ombligo, ese poso
de virtudes. Es arrollada, embiste él, y se deja, se deja y aprieta,
ya están unidos, se aviva el fuego, los brazos embellecidos de
brazaletes se tienden en cruz, y vuelven para rodear el meloso
placer de él, embiste, embiste y ella agoniza con él dentro, ahora
rasga la baluch sus manos no pueden estar quietas, y no quiere, no
quiere. Atenazados, amordazados, llega el clímax, se unen los labios
se regalan los placeres, las lenguas, y otro clímax…
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