El
zapato derecho, en el pie izquierdo, y una magnolia en el pelo.
Sonríe ante el espejo redondo con marco de bronce, en el pasillo…A
veces se vuelve,
Escupe
en el bordillo de la baranda que llega a la azotea, con la cara de
pilla, con el pelo negro como la pez; con las manos arrugadas y
resecas. Como una niña traviesa escupe a las cabezas de las
limpiadoras. Lavan la ropa en la piedra, le regañan. Sonríe.
Ella
recorre el pasillo hasta el final, donde el patio, y vuelve tras sus
pasos, una y otra vez, varias veces al día. Esa pared de recuerdos:
Retratos; un mar azul con olas; cuadros aquí y allá. Hay una mancha
en la esquina, cerca del techo; ella se fija y sus ojos se abren
sorprendidos, parece una luna, se dice, o quizás un farol de aceite,
vuelve a decir…A veces la mancha es redonda, otras, con aristas,
pero es una luna o una lámpara de aceite...
Se
ha olvidado de los geranios, se ha olvidado de comer. Se olvida. Pero
llega al fondo del pasillo: El patio de geranios, con la silla a un
lado, y los dedos del sol que se adentran, por la mañana, por la
tarde. Gotea una lágrima, gotea otra, de sus ojos, pero sonríe,
pero no sabe bien lo que sucede. Los niños están en la cocina con
mamá y las voces se le antojan pinzones azules, en aquel árbol de
su memoria, de bajo de la gran roca, las casitas, blancas, con
tejado; corren a verla, expectantes por si se gira, por si los
conoce, algún gesto, un guiño, algo que haga que ella abra los
brazos, para todos.
Pero
no, nada, siquiera el pequeñito le es conocido, lo besa, pero no hay
mueca; en su boca, hay silencio.
La
llevan por la avenida, y cruzan la calle, a la tienda de sombreros,
no quiere caminar, pero la llevan de la mano. Aquellas personas se
sorprenden, al verla sonriente, con el mandil verde, de flores.
La
papilla le sale por la esquina de la boca, es un hilo de baba que
recorre el cuello, el pecho, y se queda en su regazo, como si fuera
un tesoro, pero es una pasta sosa, sin color, sin sabor. Pide pollo,
pero nadie le da, siquiera un pedazo, ella lo ha visto, en la mesa,
es dorado, con purpurina.
En
el lomo de las sardinas hay un montón de pequeñas estrellas, sonríe
porque es divertido, no sabe de donde vienen, pero le gustan.
En
el techo de la habitación aparecen de vez en cuando luminarias. No
quiere dormir hasta que no se van.
Estas
recorren casi toda la habitación, se deslizan por las paredes.
Tienen pequeñas alas transparentes, y algunas se escapan por la
ventana, cuando los postigos están abiertos.
Y
tampoco quiere dormirse hasta que la tela de araña deje de
balancearse…es un precioso jersey, con adornos, pero aún le falta
la sisa, seguramente falta hilo, se pregunta.
Mientras
duerme, sueña con el barranco, con la gran roca. Un inmenso piélago
de estrellas, arriba, en el cielo. Corre veloz como un potrillo, con
las trenzas negras y dispares, con los zapatitos roídos. Los
almendros en flor, la comida en la casa: Gofio, papas barqueras,
mojo, atún. El agua fluye desde la montaña, los cabritillos corren
para abrevar. Los surcos en la tierra llenos de semillas. Los sueños
de niña, el futuro.
Pero
nadie sabrá, lo que ella soñó, la noche anterior...
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