Es
menester aplaudir, cuando a una se le recrea la vista, en una hermosa
avenida copada de jacarandas, la naturaleza se explaya de forma
incontrolada adornando con bellos tapices lo que sencillamente sería
un camino largo, un camino triste, sin adornos; esa es la fortuna,
porque los dioses besan la tierra, acarician los lugares más
impredecibles…
El
tropel de pasos aquí y allá, los viandantes, cada cual a sus cosas,
y de pronto, las campanadas de la iglesia, el incienso, el silencio,
dentro…
Las
cestas de mimbre en manos de las señoras, la fiesta de la
huerta.”Bando
e la Güerta “ .Una gran
expectación. Las calles se glorifican: Portadores de banderas a
caballo, tradicionales gigantes y cabezudos; música tradicional; El
Jardín de la Constitución repleto de jóvenes vitoreando. La
tradición de unos hombres y mujeres que aman su tierra…
En
ese lado del mercado, justo enfrente, la sonrisa de un niño, un
gitano moreno; un pelo negro como la pez; unos ojos con miríadas de
palomas dentro.
Parece
un diosito caído del Cielo. Mamá y papá le llevan de la mano. Le
miran y sonríen, cómplices. Los ojitos se abren, cuando un potrillo
pasa justo al lado, se inquieta y ríe, con la impronta de los niños,
el tirabuzón que mamá peinó antes, ahora, se ha soltado, libre, y
le cae en la frente, justo en medio. !Gitanillo de mi corazón!,
dicen los que le ven. Tan lucido, con zapatitos nuevos, con
pantalones de pana, con chaleco de hilos rojos. Ahora repiquetean las
campanas, ahora la gente aplaude. !Viva la huerta!, dice el niño,
con balbuceos. Le pica la naricilla, le dan caramelos, y una naranja,
y llora, llora. La emoción de un niño es una fuente que mana
pétalos de rosa; es un río desbordado. Llega la noche. El calor del
hogar y el olor de la cocina, y lo vivaz de sus ojitos, y no duerme,
porque sueña, el futuro, le espera...
Preciosa visión de ese "gitanillo"...
ResponderEliminarUn abrazo.