¿A
quién estás mirando?..
Le
contestó, que a ella. El lienzo colgaba de la pared húmeda, del
torrente de agua que caía en esos momentos.
Sin
marcos, solo un lienzo. El rostro inmaculado. El rostro con una leve
sonrisa de luminaria, excelso. Con una sonrisa corta y malvada.
De
modo que ahí seguía, observador. Casi sin pestañear. Los colores
oscuros predominan, los ocres, sólo una leve pincelada, como si
alguien, adrede, hubiera cerrado los postigos, entonces un pequeño
halo de luz casi imperceptible. Una pincelada de ocre maldito.
Pero
miró a un lado y al otro de la sala de exposiciones. Nadie había
ya. Con lo cual, se había alegrado, en cierto modo; porque en
realidad temblaba de miedo, de terror, de percibir en el pecho el
puñal de los ojos, de ella.
Una
amalgama telúrica le aplastó el pecho y se orinó en ese mismo
instante. Y las gotas gordas de sudor le besaron los labios. Pero era
veneno.
¿Porqué
insistes? Dijo ella.
Le
contestó que no podía dar un paso, que no podía dejar de mirar.
Estás
perdido. Estás derrotado. Aniquilado. Los vocablos salieron de la
boca de ella, derritiendo el óleo al mismo tiempo.
Siguió
orinándose dos veces más. Pero ya era demasiado tarde, un vómito
de ella escupió su absurda estampa de hombre miedoso, cobarde.
!No
me mires! Volvió a decir ella, esta vez, el grito se coló por los
zócalos, se coló por el mísero postigo.
Sonrió,
sonrió al verlo tan extremadamente loco. Un cuerpo mordido por la
lengua de ella. Derrota, dijo y volvió a sonreír, levemente, como
cuando una caricia, como un beso en la piel...
Háblame si quieres
ResponderEliminarMirame si lo deseas
Pero que sea a los ojos
Para ver tu alma
Bonita metáfora la que sale de tus letras...
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato completamente onírico esta vez tan tan tan. Se me antoja que él estaba pintado en el lienzo tétrico.
ResponderEliminarBesitos genia mía