sábado, 22 de octubre de 2016

Los sueños




Sin embargo la bailarina estaba a su lado, ya fuera invierno, verano, otoño…ahí estaba, con sus alas blancas y relucientes. Pero no pudo verla nunca, o eso creyó.
 “Adiós”, sonaba por la mañana y al atardecer. La música salía disparada del saxo.
  El viejo Gurú siempre vivió en la misma calle, en la zona más alejada de los grandes edificios. Donde a veces, el olor hediondo se colaba por entre las bocas de los transeúntes. La refinería, los desagües; poco importaba eso, porque allí no había nada importante, allí  la miseria se comía hasta los rincones de las callejuelas, y hasta las hojas de los árboles. También se comía la sonrisa, y por si fuera poco, a veces, no dejaba entrar al sol…

Pero el saxofón no dejaba de sonar, y la bailarina con sus alas blancas, siempre atenta, justo en el suelo, sentada, dejando que los sueños llenaran la cabeza del hombre, con gabardina vieja, verde botella, y un gorro roído por los ratones…

Pero un día la cabeza del viejo Gurú, ya no tenía sito para guardar nada, porque estaba repleta de todo.


Monticello fue su última y ansiada parada.

4 comentarios:

  1. A veces pienso que soy yo ese viejo Guru. Otras veces me convierto en saxofón para poder volar por los vientos con las notas salidas y soñar. Soñar!

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  2. Has unido el saxofón y una bailarina en este micro tuyo, dos artes que me apasionan :)
    El viejo Gurú supo vivir como quería, no a todo el mundo le gusta nuestra sociedad acomodada e hipócrita, verdad amiga?
    Besitos muchos

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  3. En efecto, amiga.

    Besos en ramillete para ti.

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