En los veranos nos repartíamos unos helados para mitigar el calor. Ella acudía como una niña para pedir el suyo. Los martes tocaba sesión de peluquería y quedaba extasiada mientras le hacíamos una larga trenza, que terminaba en un rodete adornado con un lazo azul.
Todo lo que tenía ocupaba los dos cajones de la mesilla de noche y en un hueco de la pared un retrato de juventud con Ismael, su novio.
Era feliz en un mundo interior lejano del nuestro, envuelto en recuerdos y vivencias de una época en que las horas se vivían dejando las huellas enterradas en las tierras arrendadas y una limonada al caer la tarde era un exquisito manjar.
Había crecido con el aroma de los laureles, con el sabor del guarapo. Con ese cielo limpio y lleno de estrellas, que ahora extrañaba.
Deambulaba por la casa de arriba abajo. Con la escoba, deslizando sin recuerdos el manejo de sus manos.
Las naranjas de la china adornaban la lacena cada navidad. Ella las colocaba en la mesa convirtiendo en un lienzo el mantel bordado, cuando se fue, quedó dormida en sus sábanas blancas y sueños olvidados.
Bueno, hoy la resucitaste.
ResponderEliminarBesos.
Lo quise así..
ResponderEliminarBesos
Hola Aniagua, buenas noches,
ResponderEliminarbonito relato, me has traido una imagen de mi infancia...
Te deseo una feliz noche de San Valentín!
un cálido abrazo
Gracias Ariel, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn cálido abrazo
Me he vuelto a sentir niño.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado
Eliminarsaludos y gracias por la visita
Recuerdo que traes al presente en hermoso homenaje
ResponderEliminarTe deseo que tengas un muy buen fin de semana, que logres que los buenos momentos sean placenteros, a pesar de factores externos.
Cariños
Yo también deseo que tengas un feliz fin de semana, amiga linda
EliminarBesos y abrazos
ResponderEliminarQue relato tan tierno y triste a la vez.
Besicos
Gracias por la visita, Beatriz
EliminarBesicos