En la azotea tenía plantados preciosos geranios. Si sobraba algún espacio, menta y perejil.
La luz del sol por la ventana al mediodía se reflejaba en el techo; me quedaba despierta contemplando el carrusel de luces recorriendo la habitación medio en penumbra.
Los martes, y miércoles el pastor visitaba la casa, y la oración culmina las tardes.
No hay día en que no recuerde aquel entrañable hogar. Cierro los ojos, y contemplo la cajita donde sigue su sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario