Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Época de magnolias


Nora y Julia contemplaban  el mar de nubes que parecían sostener el Boeing 747. Hacía rato que ya no se atisbaba la tierra, ni el mar, algunos pasajeros dormían, otros leían algo en la prensa; las dos mujeres  compartían todas las sensaciones que iban surgiendo a medida que pasaban las horas. El cielo comenzó a pintarse de un ocre luminoso y las montañas de algodón se tornaban de un color grisáceo y un  halo  se desprendía de la cola del avión y dejaba un largo camino en el cielo, igual que una vereda con miles de pisadas. Dos días antes  habían decidido tomar la decisión de compartir el resto de sus días. Permanecieron cogidas de la mano durante casi todo el vuelo; rompieron silencio para hablar de los hijos de una, y, otra. Nando ya tenía casi diecisiete años y Nora cumpliría la próxima semana, doce. Durante la cena comentaron lo buena que estaba la carne ahumada y la ensalada; más tarde, trataron de conciliar el sueño, no sin derramar la misma cantidad de lágrimas.



16 comentarios:

  1. Esas lágrimas generan una expectativa sobre el relato, que cada lector debe resolver, a favor de la vida o la muerte. Qué gusto, leerte. Carlos

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    1. Gracias otra vez, Carlos y me alegra que te haya gustado
      Abrazos...

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  2. Es un pequeño relato con muchas aristas para poder sacar punta del mismo. Felicidades por este trabajo.
    Un abrazo.

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  3. dificil volar dejando maletas en tierra

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  4. Hola...Hermoso blog, sencillo e interesante, te espero en el mío, y si gustas nos seguimos, besos


    Feliz día

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  5. Me quedé intrigada por ese final. Lo consultaré con la almohada.
    Besos.

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  6. Que lloren, que lloren... Así no les quedarán lágrimas para el viaje de vuelta en el Boeing del desamor.
    Abrazos, siempre

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