Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 30 de julio de 2015

De acuerdos y casamientos




La cuenta atrás había comenzado, como si alguien en algún momento pusiera en marcha todos los relojes de un palacio, y el tic, tac,resonara como las campanas de una gran catedral, y que el tiempo se colara por entres las horas, y cayera al precipicio donde mueren los tiempos...,
El ala del chambergo caía justo delante de los ojos con pinceladas marrones, salpicados de un difuso color miel. Se preveía un día caluroso, tanto, que ni las torcaces habrían salido de la arboleda, atusó la capa y siguió por el estrecho camino apartado del ruido de la calle donde las tiendas parecían bocas anunciando esto o aquello; por uno de esos motivos prefirió andar en el silencio que solo los caminos, y este, en especial, pueden ofrecer, un silencio expectante, y al mismo tiempo lleno de ruidos, los de las idas y venidas de las criaturas diminutas que vivían en ese otro mundo, un mundo tan grande como lo era aquel, el de los demás transeúntes de Miraña, que por entonces, ya se iba ocupando mas si cabe por la venida de gentes de otras ciudades sin perspectiva de futuro, hombres y mujeres buscando una nueva oportunidad, por lo tanto las casitas nuevas se multiplicaron desmesuradamente, unas, al lado de las otras, salpicadas de esos nuevos aires , nuevos horizontes esperanzadores

Unas horas antes dormía con cierta tranquilidad, con las sábanas de seda rodeándolo todo, como si en verdad se tratara de las caricias que se propinan los amantes, besos y mas besos de pura seda, eso habría provocado cierta inquietud por los movimientos del cuerpo, oscilando suavemente, meciéndose en las aguas caudalosas de un río.
El buen vino se había catado y la botella brillaba por la luz de un farol apuntando justo ahí, en el cristal translúcido; hubo bebido por un rato manteniendo el sabor de las uvas en los labios, en el paladar, deseó que el tiempo se parara, deseó un verdadero éxtasis, una explosión de vida dentro; debía partir al amanecer, dejar atrás las horas, los días, su casa, con un jardín esplendoroso, oloroso, un jardín de esos que crecían hacia dentro, rodeando todo con sus poderosas garras mágicas, el espejo de media luna tendría que quedarse allí también; las joyas en el cofre era lo menos que le preocupaba. El saberse de algún modo, “imberbe”, le proporciono una cierta tranquilidad, incomprendida obviamente por los caballeros con los que tropezó a medida que se encaminó por aquel sendero de dioses; un guiño a la vida le había hechado, si, realmente eso se dijo. Era la única forma de huir de una vida llena de hastío: Compromisos, y demás melindres.
Le esperaba el remero en la orilla del lago. Una vez se hubo alejado, volaron por los aires, el chambergo, y la capa, el pelo ondeó como una bandera, las enaguas esperaban, en la bolsa.

miércoles, 29 de julio de 2015



Tengo la mala costumbre de enamorarme, sobre todo, de lo fugaz, es tan inmensamente hermoso tener la certeza de que lo único que puede sucederme cuando se queda la huella, el calor de una mirada, la intensidad de lo efímero, es ser más feliz si cabe, en este mundo de vanidades, pura competición...

domingo, 26 de julio de 2015

Llueve demasiado cielo; llueve a cántaros y detrás de los cristales hubiera podido surgir la inmediatez de los besos, por el contrario, la circunspección ausente de alma, rompió el silencio de un hermoso pecado no escrito…,

domingo, 19 de julio de 2015

Altos vuelos, no tan altos





El ramo de Kalanchoes es bamboleado por el aire del ventilador, Agripina parece abstraída y deja que su vista se escape por la ventana, como si se tratara de un estornino que se lanza al vacío en busca de otro lugar, otro, que le proporcione aires nuevos, algo diferente a esas horas de hastío, sobre todo, cuando la tarde se quiebra por las recurrentes  discusiones de Ofelia y Ana…,


Ellas llevan dos décadas juntas, viven justo en la planta de abajo, tienen un loro verde que las remeda continuamente, a veces impresiona, porque pareciera una personita dentro de una jaula parloteando esto o aquello. El loro fue regalo de una de ellas, el día que decidieron unirse para toda la vida, pero jamás habrían pensado que el animalito se regodeara de ambas  de aquella forma tan cínica, tanto, que estaban pensando en darlo en adopción, porque, Babalú, ya había adquirido ese don que tienen algunas personas para increpar, de modo que, cuando la una estaba separada de la otra, él, conseguía con sus burlas atormentar el corazón de cada cual, y esto hacía que terminaran en discusión, y el eco de sus voces chirriaban y se colaban por entre el ventanal, donde seguían los Kalanchoes abatidos, y, donde  Agripina  parecía totalmente anestesiada, seguramente ya habría sobrevolado la ciudad y el río, y podría ser que encontrara una gran bandada de estorninos, sería muy placentero, porque nada hay más hermoso  que poder escapar de entre barrotes.


El timbre hizo que regresara y eso que ya había alcanzado un valle verde, de muchas hojas grandes, tanto, que parecían abanicos gigantes, se habría despedido pues de los demás pájaros y batiendo fuertemente sus alas volvería a la misma habitación, donde los Kalanchoes abatidos se movían ahora si cabe con más fuerza, como cuando un vendaval fustiga un campo de trigo; Agripina atusó sus plumas, dió unas monedas al muchacho de las pizzas, y cerró la puerta de un puntapiés, y pensó en dejar ese viaje para otro momento, ahora, irremediablemente daría buena cuenta a la cena, lógicamente con la letanía de Babalú…,


domingo, 12 de julio de 2015

De tratados y sueños




El aire del ventilador hizo que el visillo se alzara como la vela de un bergantín  y los folios amontonados volaran hacia el techo propulsados por un cohete mágico, hojarascas ondeando por la habitación, con los nombres escritos de aquellos que un día firmaron algún pacto, una alianza entre los vecinos de un lado y otro, probablemente un acuerdo para el riego de las tierras…,
Por esos días Dolores Sánchez se hallaba en la ciudad en unos bonitos apartamentos, chiquitos, pero bien situados. El maletín de piel de cabra estaba repleto de esos folios itinerantes, folios viajeros, pergaminos escritos de su puño y letra, además, las cartas, las viejas cartas que aún conservaba, y que, por nada del mundo se habría desprendido de ellas:

“Hace tanto que me he ido y, tanto que deseo volver a verte”

“¿Recuerdas las medias lunas? “

“Ramón dice que la yegua está a punto de parir, quise decírtelo antes que nadie, se que te hará muy feliz el hecho del nacimiento del potrillo de Azalea”.

Vuelve a mi lado, a París, o donde tú desees, te espero, te esperaré siempre, tuya que te quiere: Josefa.”

Algunas de las frases de aquellas cartas se habían grabado en su cabeza, como cuando hubo de memorizar la tabla de multiplicar o, cuando hubo de aprender a contar las ovejas de la granja de Eustaquio, de chiquita. Por eso no quería que se apolillaran, por eso las tenía como un diamante que brilla al sol  cuando éste clava un dedo ardiente en él.
Dolores Sánchez tomó el camino de vuelta, porque ya había  registrado oficialmente aquel tan importante asunto y, que con tanto gusto le habían encomendado por ser la mediadora, la pacificadora…,
No fue suficiente tomar un viejo taxi hasta llegar al apartamentito, por lo que hubo de caminar unos tramos, y surgió un soliloquio que la mantuvo entretenida por la calleja de en medio. !Ah, vida!, se dijo, te echo de menos, volvió a decir, el anciano trompetista de la esquina la miró con complicidad y le lanzó  un guiño, ella, hizo lo mismo.


Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...