Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 20 de abril de 2016

Impresiones



Tendría que explicarse a ella misma la visión que se hallaba ante sí, era significativo, porque nadie más la acompañaba y detrás del muro de hibiscos todo era silencio.
Habría de hacerse las preguntas y de contestarlas en un soliloquio aparente, descartando la más ínfima retórica que sumamente rechazaba por propia convicción, y por la misma causa elegía esto, o aquello. La intuición quizás la proveía de ciertas dotes. Visión o realidad significaban lo mismo en esos instantes en que la gran burbuja acrecentaba su volumen a cada segundo, y al compás del parpadeo de los ojos de la señora.
Los ojos de ella se pegaron a la mole transparente, una de las pestañas irrumpió como si de una flecha se tratara en el globo, y un torrente de agua se derramó surcando la blusa abotonada. Entonces fue cuando halló explicación para dicha visión: La pared mojada por la lluvia torrencial había sido violada y salivaba agua en forma de burbuja.

jueves, 7 de abril de 2016

A cerca de polivalencias





Es un pisa papeles. No, le dijo. Si que lo es, es un pisa papeles que tiene la forma de señor con boina y lleva camisa a cuadros y vaqueros y unas botas negras, está hecho de pan remojado y luego calentado al horno durante una hora, luego se queda rígido y duro como una piedra, volvió a repetirle,pero no quiso seguir descubriendo la verdad, porque estaba muy segura de que aquel señor era un pisa papeles.

El afirmaba y sabía que como esos señores habían mucho por la ciudad, y por el campo, y en los parques. Algunos de ellos ya mayores, pero otros con menos edad, también llevaban la misma vestimenta. Los altos y los bajos, morenos o rubios, o castaños y por decir más, hasta los pelirrojos.

Y es que realmente no era lo mismo, porque si hubiera sido un pisa papeles como tanto afirmaba la señora, no dejaría las huellas de las pisadas en la acera, o en alguna casa, o en el mismo mercado. Realmente era así, esos hombres caminaban de aquí para allá, incluso se quitaban las boinas cada vez que saludaban a alguien, sobre todo a las señoras del barrio, a las profesoras de los colegios, incluso hasta los pescadores que arribaban a última hora de la tarde al puerto, con los barcos repletos de plateados peces que más tarde irían directamente a la lonja. Son señores muy amables, se dijo, no como esos que se ven trajeados, con una corbata tan recta como una escoba, eso pensaba, quizás se equivocaba, pero para el era puro convencimiento.

¿Se ha movido del escritorio el pisa papeles?. Eso le preguntó la señora, que veía el mundo tal cual, las imágenes como son, aún en su posibilidad de que se distorsionaran por cualquier causa.
El caballero que veía señores caminando con boinas y no quietos como estatuas de pan al horno, le contestó que si, y muy convencido de ello, le convidó a que resolviera el gran dilema. ¿Quien tenía realmente la razón? ¿Cual de los dos acertaba ante esos hechos? ¿Realmente se encontraban dentro de una habitación con escritorio?.


Es tan difícil saber con exactitud la realidad que vemos ante nosotros, lo veraz de las cosas o de los acontecimientos. Podría haber sido de las dos maneras: Un pisa papeles petrificado con boina y camisa a cuadros y pantalones vaqueros, o quizás un señor de esos que saludan siempre, hasta en el mercado, un señor de esos tan saludables y proclives a participar en cualquier fiesta del barrio para alguna recaudación; sería también un señor con boina y pelo desaliñado, cansado. Y es que es realmente escabroso dejar volar la imaginación, a veces...

Ballade pour Sophie

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Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...