Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

sábado, 30 de septiembre de 2017





¿Quién salva a los poetas?, a las personas que quieren dejar letras en cualquier rincón, en un folio, en una pared, en el tronco de un árbol. quién? Nadie es capaz de ello, nadie que no sepa que cuando algo se escribe no es por dejar palabras huecas- Es a veces un agotador camino, un delirio de espejos, de voces, que revolotean sobre las cabezas. Manchar un amanecer de amarillo, por ejemplo. Ensuciar la noche con un incesante e inquieto ir y venir, por cualquier pasillo..Mancharse las manos de sangre de letras. Sonreír porque en un instante llega, llegan, llegan las letras de ayer.. de hoy. El silbido de un viejo tren avisa que hay que empezar, de cualquier forma. Trastabillando si es posible por el estado de ebriedad, si, realmente es eso.
¿Pero quién?¿Quién da un paso adelante, para probar que no están cuerdos? Esa locura es como estar en el vientre, aún con los ojos cerrados, embelesados entre la cálida y protectora bolsa de agua.
Toc, toc, toc, Alguien llama a la puerta. No. Nadie a estas horas.. son las palabras que quieren salir. Muertas, vivas, locas, atrevidas, asesinas, perversas, provocativas. Letras que en realidad son el espíritu que reclama, el que pide ayuda, Tiene que salir! Ha de brotar y llenarse todo de cuervos, y aves preciosas.. Escribo, escribo..duermo: Delirio.

Háblame



Como cuando noviembre chirrìa, cuando la lluvia cae a torrentes,
por las sólidas paredes se adentran las manos de agua...

Un violín hace eco y retumba más que el trueno, más que los aplausos,
de unos pocos absurdos gentiles...

Como cuando noviembre viene y se queda en los retratos sepia, que aún,
permanecen colgados en la misma pared de musgo, de años...

Háblame, no dejes de hacerlo... sienteme que me llego aprisa a tú. Háblame, aunque sean
dos líneas de odio, de rechazo...

Como cuando noviembre chirria, cuando la lluvia cae a torrentes...


jueves, 21 de septiembre de 2017



No quedan más que las sombras de los pájaros debajo del árbol,
Con sus débiles alas desplegadas, con sus picos cerrados…
No quedan más que las sombras en todas las tumbas, de los mares, de la tierra…
¡oh cuánta soledad! Interminable soledad…

Breve son los besos, los abrazos.. 
Breve el tiempo de los pechos que amamantan fantasmas.
No quedan más que los angostos caminos, porque los han devorado las máquinas de fuego.

Y quedan naturalezas muertas… ¡Oh, cuánta soledad!…
Un breve tiempo de suspiros se ha ido por aquella bahía.
No quedan más que espliegos del revés, lilas del revés… ¿Desatino? Si, una lucha absurda…

Breve, breve, pero asesino, aquel aliento que sopla, y destruye hogares, aún huele a soledad.
Por no quedar, no hay niños en la calle.. ¡Silencio! Alguien viene: Es un pájaro cansado.
Por no quedar, no hay techos. No hay zapatos, ni pies que los calcen. El ojo de un 
espantoso monstruo acecha y destruye…

martes, 12 de septiembre de 2017

En todos lados cuecen habas





¿Pero qué me pregunta usted?, me dijo la anciana, con una cachimba enorme en una esquina de la boca, que al mismo tiempo chorreaba baba, y demás componentes del tabaco. Y es que acabo de sentarme para reflexionar sobre la conversación que mantuvimos la vieja, y, yo. Y es que todos los días los periodistas como yo, por ejemplo, no tenemos la suerte, o desgracia, de andar con una vieja tan vieja, y tan mala.
Todavía me duele el cuerpo de la paliza que me dio la bruja de la cachimba, vaya que si de duele, me duele hasta las pestañas. Todo empezó porque salió a la luz la confesión de un campesino, que guardaba silencio por mucho miedo, pero miedo del bueno, de ese miedo que parece que te acecha por detrás, para hincarte por lo menos dos colmillos y que tu sangre se derrame todita por la camisa, hasta llegar al piso, en un charco precioso y brillante. No hace muchos días de esta noticia, creo que unos tres o cuatro, que me revolvió las tripas, mientras tomaba un café, en compañía de mi sombra, que igualmente se había sorprendido, y es que, mi sombra ya tiene nombre: Constante. Miren que soy hombre alto y corpulento, pero eso de nada me sirvió, digo esto, porque mientras la vieja me miraba atenta, haciendo muecas con sus carrillos horribles, y el incesante humo yéndose hacia el techo del chamizo, a mí me costaba mucho permanecer impasible ante tanto descalabro de vieja. Pues bien, ¿Acaso no sentirían ustedes el mismo miedo? Ya para ir acabando, que falta lo peor, es que, no hubo más remedio que dejarse llevar de la mano, a mi sombra y a mí. Dejarse llevar y escuchar, con una grabadora en la mano, y un ojo a la vieja, y otro a la puerta. Según el campesino, él mismo había descubierto los horrendos crímenes, que venían sucediéndose en el pueblo, por lo menos desde hacía dos décadas, se trataba, y eso dijo al diario que lo interrogó, de una criatura venida de otros mundos, porque no saciaba su apetito, porque el mundo de donde venía era demasiado pequeño, y no había suficiente alimento para saciar su apetito. De modo que, una noche, avanzada la madrugada, el campesino pudo ver claramente, como la vieja, se meaba encima y, luego sacudía los faldones, y escupía la baba, y también pudo ver, como les quitaba la envoltura a sus víctimas. Por unos instantes me sorprendió eso de la envoltura, porque hasta que no terminé de leer la noticia, no entendí bien. Y es que la piel no le gustaba a la vieja, para nada, así que en un abrir y cerrar de ojos, les dejaba con puro músculo y huesitos. Para eso era de otros mundo, para eso tenía ciertos poderes, que aquí en la tierra que conocemos, no se dan así tan fácil, vamos es mi opinión particular, porque igualmente se dan, claro que soy un poco iluso, un tanto confiado, y un tanto temeroso de las tinieblas. Porque cuando a uno le enseñan en la facultad para ser un periodista, para nada entra lo de enseñar a ser menos confiado, o menos precavido, si, eso es, menos precavido.

Pero aquí la cuestión es que una vez que terminé el café y leí el diario, me precipité a la calle y, quise saber por mí mismo aquella horripilante historia. Como les decía, el campesino volvió a decir en su entrevista, que después de que la vieja quitara la envoltura a cualquier persona que anduviera en la madrugada, ya sea, paseando, ya sea de regreso del trabajo, o de regreso de una noche de fiesta, casi nadie se le escapaba. La cuestión es que en la propia baba repugnante se hallaba el veneno, porque escupía como las llamas, y directamente en la cara, y de ese modo quedaban allí petrificados los señores y señoras, así, sin sentir dolor alguno, y después de haber quitado el envoltorio, succionaba y succionaba, hasta dejar limpio de pellejo el cuerpo, y hasta casi de ablandar los huesos para que de ese modo pudieran engullirse mejor. Toda vez que la baba hacía una misión importante, porque ayudaba a deshacer el calcio. De modo que si estoy contando esta historia es porque aún sigo vivo, o eso creo, porque al pellizcarme, me duele. Amigos y, es que la prensa no es sensacionalista, a veces, no señor. Esta vez fue tan como lo contó el campesino, toda la verdad, porque a mí me faltan las piernas y una oreja, y cinco dedos de la mano derecha, o sea, que estoy escribiendo con la izquierda, que pienso que al fin y al cabo, será mejor, que no tener ninguno de los dedos, y más aún estar muerto. De modo que la vieja sigue impune, porque se mudó de planeta otra vez. Quién sabe a donde iría: ¡Es tan grande la galaxia!

lunes, 4 de septiembre de 2017

Llevo puestas alas de insolencia, arrebatos de locura..
y es mi mente alborotada de silencios y estruendos, es mi mente,
que no cesa de despertarme,
Llevo las chanclas de siempre, solo que el cuerpo yació.

Llevo su sonrisa de tiempos inmaculados, cuando las batallas,
y las alegrías…

Portar su nombre a mis espaldas, rasgarme la piel para verlo otra vez,

Llevo las gotas de sangre de su frente blanca y oliva,
Las gotas de sudor, las gotas de ayer en la sombra de un sauce,
Un compás de espera donde miríadas de pájaros vuelan,
vuelan alrededor de sueños y olvidos también…

La impureza de mis sentimientos… la impureza de dejarme hacer,
todo de todo, hasta deshacer las tripas enredadas a mi cintura, dejarme hacer,
por comer de tu mano, de aquella mano, de esta mano… no parar, solo morir,
morir ante miles de espejos de soledad y descaro…

Llevo: ¡Oh! ¿qué llevo? Mi desdicha loca amarrada a cualquier cerro…

Portar, portar y descansar: Búscame yo, que te espero…


Acertijos lleva el río de vivir. Hállate espíritu indeleble… soy yo tú, soy el pasado que vuelve...   

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...