Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Te has olvidado las gafas





Se preguntó años después si aquellas imágenes de colores reflejadas en el techo de la habitación fueron una visión de niña, o por ende eran algo real.
Porque cuando una es una niña el mundo se ve de forma diferente.
Un patio de geranios y helechos era una selva.
Un huerto era un territorio enorme, como si allí hubiera una civilización entera: Hormigas, panales de abejas donde vivían los poderosos, y hasta un flota de barcos de papel, que surcaban cada día la tierra mojada, con sus lagos y sus ríos…
Se había preguntado también si la abuela había venido de algún sitio especial, un lugar donde habitaban las mariposas blancas, y radiantes, o pintadas de azul, o, un ocre, de ese ocre que se alza en el horizonte, cuando el Sol quiere despuntar. Porque, era tan bonita; tenía una trenza alrededor de la cabeza, una trenza negra como la pez. Unos ojos verdes oliva, y la sonrisa, la sonrisa, un pequeño trozo de pan con aceite y miel bordando sus labios. Era una diosa.
Pero aquella habitación solariega expuesta al mundo era única. Los sueños se vivían de día y no de noche. Un día, inesperadamente, el techo se llenó de manchas de colores, como cuando alguien se dispone a pintar un lienzo.
Las manchas se diluían y difuminaban a medida que pasaban los minutos, era un espectáculo grandioso ver todo eso desde la cama de sábanas bordadas, una perceptiva perfecta.
De modo que, el amarillo más rojo resultaba naranja.
El azul con el rojo resultaba violeta.
Amarillo y verde, verde pistacho. Y así sucesivamente. Con lo cual una fuente luminosa emergía y explosionaba rompiendo esquemas, explosionaba tan gratuitamente, que cualquiera que estuviera admirando ese fantástico regalo, se quedaba paralizado, con la boca abierta y los ojos zigzagueando una esquina, otra esquina, y otra.. tratando de grabar todo sin dejar escapar nada que no estuviera oculto en el techo.
También se preguntó donde habrían ido a parar aquellas gafas chiquitas que se quedaron en la mesita de noche el día en que la abuela se fue de este mundo y de aquella habitación mágica...











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