Un final predecible

Morí el día que la tia Aurora limpió la estantería donde mi esbelta figura permanecía radiante.

Una siesta en el jardin

Por más de dos horas soñó con los besos que ansiaba

Tu olfato me delató

 Nos conocimos envueltos en tatuajes horteras. Cómo dolía  el condenado marinero en mi brazo tatuado. Dos horas de picoteo mordaz. Te resultó placentero aplicar tal tormento. Fuimos camaradas en  las madrugadas. Una noche tu olfato me delató, pues yo había cambiado de amigo.

Verte en la entrada

Apareciste como el arco de iris. Un dia tan bello  como tu bondad.

A menudo sucede que: Salen espantados los alisios.

 Ocupa, el desierto.

Sueño

Se durmió en el mismo banco de madera, en el que un día besaron sus labios.

Las tardes

En la azotea tenía plantados preciosos geranios. Si sobraba algún espacio, menta y perejil.

La luz del sol por la ventana al mediodía, se reflejaba en el techo; me quedaba despierta contemplando el carrusel de luces recorriendo la habitación medio en penumbra.

Los martes y miércoles el pastor visitaba la casa, y la oración culminaba las tardes.

No hay día en que no recuerde   aquel entrañable hogar. Cierro los ojos y oro, mientras, vuelvo a cerrar la cajita donde conservo su sonrisa.