Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 10 de junio de 2020

Hojas de junio



Probablemente sucedió de ese modo en el que habría recordado lo acontecido. Después de cortar unas rosas el olor a café hizo que dejara el cesto en la entrada de la casa para tomar una tacita: esas pequeñas tazas con garabatos chinos o algo similar que se hallaban en la encimera de seis en seis y en medio un bordado a ganchillo color verde acabado en punta de flecha con unas borlas cosidas. 

No fue una taza, fueron tres las que tomó mientras las rosas seguían en la cesta, cuando llegó aquel momento, un recuerdo a su mente, a su cabeza que se proveía de un pelo corto ya queriendo crecer, pero lentamente. Fue traumático en cierto aspecto verse tendida en la mesa del quirófano, desprotegida, sola. Ya pronto quedaría dormida. Pero mientras tanto las luces de lo focos encima de ella y el susurro de los médicos, y sobre todo la música que sonaba en el frío habitáculo, donde a veces, no se despierta una.

Sonrió a pesar de todo le habían puesto una manta con bolsas de agua caliente para que entrara en calor. 

Despertó con el amargor en la boca, con una quietud falsa provocada por la anestesia, le habían dicho que se rodara a la cama y lo hizo, no sin mucho esfuerzo. No soltó una lágrima hasta cinco días después. Lloró durante varios días todas las tardes.

Es traumático se volvió a decir mientras sorbió el último café

Las rosas se olvidaron en la cesta y murieron. Qué horror,





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