martes, 10 de mayo de 2016

Designios





A la señorita Sefi le estaban robando las amígdalas, el temor crecía a medida que unas grandes manos y un aparato punzante y plata escudriñaba.
Las puntillas blancas del vestido pronto se empaparon de un color púrpura ingrato, además era su vestido preferido y también los zapatos blancos con lazos como mariposas.

La señora madre de la niña la sostenía con una calma aparente, y convencida de que aquella incursión era necesaria; de modo que se mostraba solícita y obediente a las indicaciones del médico. Todo lo contrario le ocurría a Sefi, que inquieta daba zarpazos, como un cachorro de tigre, casi. Aparentemente también una calma tensa y dolorosa al fondo del pasillo, en que algunos señores y señoras rezaban en la capilla de los Ángeles, arrodillados algunos, y otros menesterosos de obedecer salmos y alguna que otra verborrea de parte del párroco, que se alojaba en la última planta de sanatorio, justo en una buhardilla centenaria, algo retocada, pero con el olor de los cirios, el incienso, y fuera, pendiendo de las tejas en un armazón de cobre, una escultura de la Santa María, inclemente al frío o al calor, y sobre todo al paso de los años.

Un vómito súbito salió de Sefi y luego otro, y otro, y todo terminaba en un cubo de aluminio. Era escandaloso ver la sangre grumosa de pepitas rojas y restos de mucosidad. Era aterrador también ver a los médicos de un lado a otro, balbuceando ésto o aquello sin reparar en la expresión de los ojos de la señorita Sefi.

El consuelo se posaría sobre la niña más tarde, cuando en la habitación y junto a su madre, le tenían de sorpresa curativa un helado. En ese instante todos los terrores juntos se evadieron por la ventana y la niña se distrajo con tal premio, un helado que para ella tenía un color resplandeciente, igual que el sol, y es que nunca, nunca, había probado la golosina helada y cremosa.
Luego, ya en casa, las carantoñas de los familiares y los vecinos consintieron tanto a la señorita Sefi, que casi olvidó aquella trepanación injusta y sobre todo, porque los niños nunca ven lo que les pueda anteceder, y casi nunca sienten el miedo de antemano, salvo que, como ahora, la pequeña se viera asediada por aquellas inmensas garras que, para ella significaba el quitarle hasta las tripas.

Por la mañana alguien entró en la habitación y abrió las ventanas para que la luz se colara, y, de repente uno de esos rayos tocó la naricilla de Sefi y ella sonrió, pero en realidad le estaban ofreciendo otro rico helado, cremoso, como el de la noche anterior...




RELATOS - TODAS ERAN BUENAS, DE MARÍA GLADYS ESTÉVEZ

domingo, 8 de mayo de 2016

Todas eran buenas




¿Y qué decir de esa conversación de la operación púnica?, mejor asentir con la cabeza, y dejar que fluyan verdades o mentiras, al fin y al cabo, no era lo importante de aquella reunión. Tampoco habría de tener importancia si esa señora que se sentaba en la purita esquina, tuviera por costumbre comerse las uñas, que luego, disimulaba con mitones en sus manos, sobre todo cuando tenía que asistir a alguna celebración. Debía de haber pasado mucho calor con ellos puestos, pero la vergüenza podía más, y demostrar a los demás que tenía los dedos hechos un desastre porque siguiera podía lucir esmalte, eso para ella era peor que prostituirse. Claro está que no podía renunciar a esa enfermedad, esa de comerse una a una todas las uñas de sus diez dedos.

En unos instantes todo se había convertido en el muro de las lamentaciones. Realmente parecía eso, un muro enorme de lamentaciones, un bosque de grises matices, con una mesa enorme en el centro y las personas alrededor, con sus tazas de té en las manos.
Siquiera importaba que las criaturas que jugaban en el patio central recurrieran al consuelo a alguna de las madres porque sus rodillas fustigadas sangraban. Nada de eso tenía relevancia alguna.

¿Tanto tiempo ha pasado? Dijo Diana-

Tanto, tanto, tantísimo, respondió, por la sonrisa de su boca, era con un tono bastante cínico.

De algo le había servido estudiar en la universidad, creía ella, claro está, porque para responder mentiras o desviar una respuesta hacia un lado u otro, no hace falta ser titulado. De modo que con el cigarrillo entre sus labios volvió a contestar: Tanto, tantísimo…

Leonora tenía cinco niños y Diana no supo ser madre, o bien, la naturaleza no la proveyó de ese galardón o premio o, milagro. Como quiera que Diana a eso no le influyera en demasía, ya estaba al tanto de las reacciones típicas de Leonora.

Todo ese gran acontecimiento en ese bosque gris y alrededor de la mesa con las tazas de té en las manos y alguna pasta rancia, no era ni más ni menos, que la reunión de todos los meses, de unas amigas, que un día posiblemente lo fueron, pero que ahora, cada cual habitaba donde placía y reaccionaba como tal, y además los sentimientos ya lejanos, ahora se encontraban en un pozo profundo de iniquidad, egoísmo, y un largo etc..., de imprudentes mujeres, avariciosas algunas, otras muertas de dolor, y otras mirando al frente, como si nada hubiera pasado.

En fin, dijo la que portaba el escrito que casi era como un manifiesto, ya estamos aquí otra vez, celebrando la amistad y que perdure, amigas…
El chasquido de las copas al brindar se convirtió en un mal rayo dañino…





sábado, 7 de mayo de 2016



Pensé que podría suceder, pero todo quedó en un montón de ruinas,
en un castillo de papel...
Pensé...
Sucederá,
No.
_Mi sangre se seca.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Niebla





La quilla de un barco, eso había pensado cuando se fijó en el receptor de solicitudes que se hallaba al lado del ordenador. En esos mismos instantes y con la música de fondo de un tango, recordó la historia de Isabel, cuando tuvo que ir al muelle a despedir a su hermano para la guerra, para una guerra de niños que llenaban el barco, algunos, lloraban.

Lloverán obuses, pensó Isabel, lloverán sobre sus cabezas y destruirán sus vidas, todo se borrará en sus memorias y las secuelas serían espantosas en los pocos que habrían de volver. Entre ellos, con suerte, regresaría su hermano, su adorado hermano, con un cabello rizado y con un bigote bien lustrado; probablemente llegaría a tierra con la vieja mochila a un lado del cuerpo, quizás con una sonrisa o tal vez, con la cabeza en otro sitio. Las guerras son crueles, y casi nadie que vuelve viene igual que antes, nada más basta observar los rostros alicaídos, amarillentos. Los ojos no tienen vida, ahora son opacos, y dentro de ellos se quedan por siempre los fantasmas que cada noche rasgaban los cuerpos, roían como ratas sus oídos, y las llagas se multiplicaban en las piernas ,y en los brazos y, en la comisura de los labios. Era una plaga infernal que se cernía sobre ellos y también en las casas y en las iglesias.

Las personas se vuelven enemigos de sus mentes, mascan todo lo malo que resuena en sus cabezas; enloquecen de hambre y de miedo en medio de la insoportable situación, que, por una razón u otra se acomoda dentro perforando hasta las entrañas. Regresó un día el hermano, pero ya llevaba el puñal clavado muy adentro, y los días venideros fueron tan malos como los de antes...Noches de insomnio y días con pesadillas. Lo tendría con ella otra vez, pero marchito.

Volvió a mirar el receptor de solicitudes y esta vez se había quedado la niebla, solo eso, al fin y al cabo las cosas llegan a su fin...





miércoles, 20 de abril de 2016

Impresiones



Tendría que explicarse a ella misma la visión que se hallaba ante sí, era significativo, porque nadie más la acompañaba y detrás del muro de hibiscos todo era silencio.
Habría de hacerse las preguntas y de contestarlas en un soliloquio aparente, descartando la más ínfima retórica que sumamente rechazaba por propia convicción, y por la misma causa elegía esto, o aquello. La intuición quizás la proveía de ciertas dotes. Visión o realidad significaban lo mismo en esos instantes en que la gran burbuja acrecentaba su volumen a cada segundo, y al compás del parpadeo de los ojos de la señora.
Los ojos de ella se pegaron a la mole transparente, una de las pestañas irrumpió como si de una flecha se tratara en el globo, y un torrente de agua se derramó surcando la blusa abotonada. Entonces fue cuando halló explicación para dicha visión: La pared mojada por la lluvia torrencial había sido violada y salivaba agua en forma de burbuja.

jueves, 7 de abril de 2016

A cerca de polivalencias





Es un pisa papeles. No, le dijo. Si que lo es, es un pisa papeles que tiene la forma de señor con boina y lleva camisa a cuadros y vaqueros y unas botas negras, está hecho de pan remojado y luego calentado al horno durante una hora, luego se queda rígido y duro como una piedra, volvió a repetirle,pero no quiso seguir descubriendo la verdad, porque estaba muy segura de que aquel señor era un pisa papeles.

El afirmaba y sabía que como esos señores habían mucho por la ciudad, y por el campo, y en los parques. Algunos de ellos ya mayores, pero otros con menos edad, también llevaban la misma vestimenta. Los altos y los bajos, morenos o rubios, o castaños y por decir más, hasta los pelirrojos.

Y es que realmente no era lo mismo, porque si hubiera sido un pisa papeles como tanto afirmaba la señora, no dejaría las huellas de las pisadas en la acera, o en alguna casa, o en el mismo mercado. Realmente era así, esos hombres caminaban de aquí para allá, incluso se quitaban las boinas cada vez que saludaban a alguien, sobre todo a las señoras del barrio, a las profesoras de los colegios, incluso hasta los pescadores que arribaban a última hora de la tarde al puerto, con los barcos repletos de plateados peces que más tarde irían directamente a la lonja. Son señores muy amables, se dijo, no como esos que se ven trajeados, con una corbata tan recta como una escoba, eso pensaba, quizás se equivocaba, pero para el era puro convencimiento.

¿Se ha movido del escritorio el pisa papeles?. Eso le preguntó la señora, que veía el mundo tal cual, las imágenes como son, aún en su posibilidad de que se distorsionaran por cualquier causa.
El caballero que veía señores caminando con boinas y no quietos como estatuas de pan al horno, le contestó que si, y muy convencido de ello, le convidó a que resolviera el gran dilema. ¿Quien tenía realmente la razón? ¿Cual de los dos acertaba ante esos hechos? ¿Realmente se encontraban dentro de una habitación con escritorio?.


Es tan difícil saber con exactitud la realidad que vemos ante nosotros, lo veraz de las cosas o de los acontecimientos. Podría haber sido de las dos maneras: Un pisa papeles petrificado con boina y camisa a cuadros y pantalones vaqueros, o quizás un señor de esos que saludan siempre, hasta en el mercado, un señor de esos tan saludables y proclives a participar en cualquier fiesta del barrio para alguna recaudación; sería también un señor con boina y pelo desaliñado, cansado. Y es que es realmente escabroso dejar volar la imaginación, a veces...

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...