Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 2 de julio de 2020

El último beso





La isla era un lugar tranquilo a pesar de que los alisios soplaban fuertemente por junio, y julio. El volcán parecía dormido. La lava ardía dentro, de vez, en cuando, se podía escuchar un susurro ronco, incluso desde la casita, que se hallaba cerca del mar. Pero los lugareños incluso extrañaban ese aullido. 

Terminamos de hacer el amor, quiso un poco de té. Me causó sorpresa porque siquiera sabía a que sabría un té. De modo que, tomó la taza, y sorbió y nos miramos. Me estremecí. Sus ojos devoraban todo de mí, mis pechos, mi ombligo, mis labios, incluso le atrajo el modo en que yo apuraba un cigarrillo. 

Abrí las piernas porque yo quería más, mucho más. El sofá se estremeció cuando lo hicimos de nuevo, incluso reímos al caernos al suelo. Allí gritamos, rodamos hasta la chimenea, incluso recibí dos nalgadas. Me gustó.

Me perdí. No supe nadar en ese lago transparente de chispeantes estrellas alrededor. Incluso cerré un pequeño negocio de ropa de segunda mano y abalorios típicos. 

Sabía que lo sucedido sería un episodio de mis días. Me gustó.

Jamás extrañaría lo sucedido porque llevé esos días, instantes, besos, locura, pasión, ron y té, dentro de mí.












2 comentarios:

  1. Una entrada lozana y amena, donde juegan sólo las necesarias palabras y toda la locura posible. Me gustó.
    Gracias.

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