jueves, 18 de abril de 2019
Olvidos
Debe ser,
que en algún momento,
pude olvidar-te la necesidad.
Pude gritar entre barrotes mi boca..
Debió ser un olvido preñado.
Debe ser,
que lastimé mi pecho con mi propia espada,
Pudo ser...
Un lugar cualquiera
Y esa tarde ocre te vi pasar delante de los farolillos.
y yo conmemorando tu venida,
sin saber que eras ese inolvidable recuerdo...
jueves, 28 de marzo de 2019
Un lápiz increíble
Lo
que parecían escamas de un rodaballo en realidad eran pupas. La niña
lloraba y lloraba, y lloraba, y del árbol caían las hojas que luego
alfombrarían el patio.
La
yaya limpiaba cuidadosamente la piel oliva de Tinita, primero con un
paño suave de algodón, y luego la loción mágica, que desde tanto
tiempo atrás se había empleado en varias generaciones, en el caso
de irritaciones, picaduras de insectos, y pupas.
Al
cabo de dos o tres días desaparecían casi por completo. Las
carencias de algunos alimentos propiciaban las molestas pústulas.
Pero la yaya siempre estaba pendiente de todo, y sobre todo, que
Tinita no sufriese en demasía. Por aquel entonces era común, y
también lo eran los piojos, y liendres; porque por las tardes,
después de la merienda, se agrupaban en el patio ,y las madres
empezaran con el eucalipto y limón para eliminar a las desagradables
criaturas, que causaban una picazón horrible; por lo tanto, allí
quedaban debajo del guayabero, luego vendría la hora del café, y
ese rato lo dedicaban a charlar, puesto que los menesteres del día
ya estaban hechos.
Las
habitaciones tan limpias y relucientes, las cortinas blandiendo al
viento propiciado, por la brisa cálida que se precipitaba al
interior. Los angelotes saltaban como niños cerca del malecón,
cuando el mar se revolvía propiciando sus juegos. Todo un
espectáculo de la naturaleza: el en el interior, era otra cosa, un
pequeño pueblo, donde escaseaba de todo. Y tampoco era fácil poder
trasladarse a la costa por sus caminos pedregosos y falta de medios.
Por
lo tanto algún pescado jaerado se consumía de vez en cuando. Pero
eso no quitaba el hambre, de modo, que el gofio y la leche vendría
bien en los desayunos y aunque bien rebajada con agua hasta la
próxima vez que se fuera con el lechero en la mano, a por más. Bien
sabían los padres que esto sería como engañar los estómagos de
los niños, pero habría algo caliente, sobre todo en invierno,
cuando la lluvia por aquel entonces muy abundante arreciera y, el
frío de las montañas se colara por debajo de las puertas y
postigos.
Las
historias están para contarlas, se dijo, mientras con un lápiz
anotaba esto y aquello en las esquinas de los folios.
Mientras
tanto las cumbres borrascosas en invierno y las cumbres perfumadas en
verano : almendros en flor, pinzones azules. Y la esperanza de un
tiempo mejor. Y los niños como son, niños. Tan dichosamente felices
con la bimba de gofio y almendras en sus manos y los cachetes con
churretes, y los sueños y los días de sol…
viernes, 22 de marzo de 2019
Imaginar
Pasear
entre las páginas de un libro, un libro de cuentos: Caminos aquí y
allá.
Entre
caramelos de café se había envuelto, como cuando una mano hubiera
acariciado.
Ahora una hermosa higuera, ahora, un
tornado de estorninos. Una nube gandula sonríe.
A
la izquierda juegan unos niños, cada uno con su cometa, la brisa es
propicia.
Un
ejército de hormigas desfila en el borde filoso, quizás algún
trozo de pan de la merienda, quizás, entre líneas, e imágenes
fosforescentes. ¡Qué revuelo!
Chocolates,
duraznos, fresas, en aquella otra esquina ¡Qué bonito!
Aquí
es donde se pliega el papel : Un castillo azul, un puente,
malvaviscos,¡ esponjita!
Arboledas.
Un río pequeño que fluye, con sus peces y todo,¡ si hasta parecen
de verdad!
Huele
a cotufas. Un mastín ríe a carcajadas. Un búho duerme. Aquella
carpa habla mientras recorre las aguas, algo sabrá, algo querrá
decir.
Hay
dos percheros. Son de la ropa de la bruja, es muy ordenada. La
escoba, justo allí, en la parte derecha de una página, la siguiente
página. ¿Cencerros? Si, lo llevan aquellos corderos, pero el perro
guardián les ha desprovisto de ellos, porque los corderos deben ser
libres, muy libres.
¿Falta
una página? Si, pero mañana, ahora sale la luna. Hay una luna
grande.
martes, 19 de marzo de 2019
Ondas
Y
se habría despertado con el mismo sueño de siempre. Un piano en
medio de aquella sala. Una habitación, ni tan grande, ni tan
pequeña, con las cortinas púrpura ondeando por la brisa, que con
sus dedos, no dejarían de acariciar el terciopelo.
El
incesante ruido de la fuente en el patio, como un chisporroteo de
luces que se mecen, una y otra vez, al fluir el agua, ese ahogo de
bienestar, que se propaga alrededor de la casa. El chip, chip, de un
acuoso mundo dentro de una pileta, tan bellamente expuesto en el
terrazo.
Un
sigiloso topo rasgaría las vestiduras de la tierra, donde los
plantones de rosas esperaban resurgir, este hallaría el modo de
atravesarla con una maestría, que sin duda alguna, obraría el
milagro de la naturaleza. De modo, que amén de todo eso, el ulular
del viento sería grato para los que, en la noche no pueden conciliar
el sueño, o eso creen, por querer inspirarse al mirar por la
ventana, y ver, los abatidos lirios, y, aquel naranjo que en vaivén
se inclina varias veces, luchando por quedarse inmóvil, plagado de
fruta olorosa. Alrededor la calle vacía. Siquiera alguien, que se
dignara salir. De manera que, habría un silencio angustioso de pasos
aquí y, allá. Porque es justo la hora esa de la madrugada, en que,
la quietud de las personas pesan, porque dormitan como si una muerte
súbita se los llevara por unos instantes, para luego volver, y
quizás acomodarse en alguna postura más placentera.
Como
quiera que las horas de la noche tienen el color gris adornando los
tejados de las casas, sobreponiéndose a los rayos del sol, hay
ondas, que en todo momento sobrepasan el límite, que ningún humano
pueda percibir, siquiera ser conscientes del estado, en que se
podría revelar su materia, algo, que de momento pueda ser tangible,
pero que, como una fusión, se pueda volver intangible.
Quiso
hacer un café corto, para poder seguir sintiendo todas esas
sensaciones, esos ruidos de la naturaleza, la quietud que sentía en
el pecho, sobreponerse ante tanta belleza nocturna. Siquiera se
habría dado cuenta que sus pasos sonaban como cuando algo cae al
corcho,o a algo mullido.
Pero
se detuvo. Un sollozo en la antesala hizo que retrocediera. Salió de
la cocina y se acercó sigilosa hacia la persona que lloraba, tapando
su boca con un pañuelo, por no gritar. Se quedó sentada a su lado
para consolarla, pero siquiera advirtió su presencia, siquiera dijo
nada, un desconcierto grande la hizo reflexionar el porqué. Dado que
enfrente, justo enfrente se hallaba un cirio y luego, otro, y otro, y
como la joven no dejaba de llorar; ni caso alguno al querer
consolarla, se acercó más hacia el foco de luz de los cuatro
cirios, pero sus ojos salieron de las órbitas, sus manos frías
temblaron, y no pudo gritar, no pudo: Ella, con un sudario y un
rosario, en el sarcófago, plácidamente dormida, esperando la
desaparición de su cuerpo.
domingo, 3 de marzo de 2019
Piano y Cello, y
sueños
Hace mucho que no
paso por el camino de las Mantecas. A veces me duele pensar que la casa sigue
ahí. La fachada maltrecha desde que las puertas, y ventanas, quedaron cerradas.
La madera reseca, sin color. Se quedó olvidada. Pero los recuerdos se quedaron,
dentro.
La hilera de
balaustres sigue en pie. De lado, a lado.
Por aquellos años
se veían las enredaderas, los jazmines, rodeándolos. Qué perfección de la
naturaleza, y es que, el amor lo envuelve todo, es todo tan puro. Ellas se
entrecruzaban, se daban la mano, y poco, a poco, los colores eran
protagonistas. Alguien barría la azotea cada mañana, y los claveles en los
macetones agradecían, que, aquellas manos divinas les diera la vida, con el cazo de agua. Pero todo era
silencio, calma, como cuando la mar se aquieta en un sueño profundo, como
cuando una madre canta una nana.
Mañana iré, si, iré
a verla. Besar con mis dedos las ventanas tristes, la puerta sin vida.
Iré, porque antaño
fue el hogar más bonito que he conocido. Como si una bandada de mirlos siguiera,
detrás, en el patio. Un patio con un banco, y una pileta para la ropa.
Y verlos, cada cual
con sus cosas. El potaje huele bien. La vitrina de la entrada, los cuadros de
retratos, de rostros jóvenes, con sonrisas de hambre, de asentir por el miedo.
No fueron tiempos fáciles, no lo fueron. El gran dictador era aquella nube
negra que acechaba.
Mañana, iré, si,
iré y besaré las ventanas con mis dedos, y la puerta, y el pomo, que no quiere
girar, no quiere.
miércoles, 23 de enero de 2019
Fluctuaciones
Soy
un barco a la deriva,
porque huelo junto con los tablones,
un
almizcle que sin saber fluye,
en
el borde una ola,y otra ola...
Inquietante pasión de pesadillas,
que al final serán lo mismo, quizás.
Quizás
porque de unas a otras paso sin muro alguno,
solo un visillo que apenas se divisa al no ser que
mis dedos juengen con el.
solo un visillo que apenas se divisa al no ser que
mis dedos juengen con el.
Porque
el infierno no es ni tan infierno,
cuando
se cruza mientras duermo aquella historia que al contrario de lo que
piensa la gente supura una llaga que es de necesidad, una llaga que
grita y suplica.
Una
risa, una caricia porque el infierno no es ni tan infierno y al
sanar la piel en los huesos, nace limpia la segunda piel, y se ondula
como aquel céfiro del oeste entonces suave seda es.
Carola necesita descansar llenando su boca de opio,
porque
el infierno, no es tan infierno.
Que
del llanto pueda surgir el más bello abrazo ese es el final, el
propósito es de ley que yo quiera ruido,
grito,
remolinos de olas hasta ese ombligo,
el
cual he de beber el blanquecino lago.
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