martes, 29 de noviembre de 2016

Capricho. Ansia. Fracaso.






El agua cae en cascadas. El refugio no es seguro, pero de momento ahí estará, hasta que 


acampe el tiempo, hasta que algún pajarillo se atreva a salir.
Hasta que los zorrillos campen contentos buscando comida. La galletas y una botella de Whisky de Grano y una percha, es todo lo que tiene. Pero el abrigo lo necesita para resguardarse del duro frío, de la montaña maldita. De modo, que la percha, sobra…


Lustre a las botas, para qué, se preguntó. El demonio invierno estaba allí, acechando, como una bestia cuando se dispone a cazar, con los ojos enfervorizados, con las garras brillantes, son cuchillos. Un trago templó el cuerpo, pero varios, ya supusieron que quedara como un paquete inerte en el camastro, boca arriba…


Amaneció al fin. Apenas si pudo ver bien por el postigo las montañas nevadas, y los cuervos, y los zorrillos. Pero las piernas habían quedado al aire toda la noche. El abrigo acaparó solo los hombros y poco más. Las piernas dañadas por el incesante picoteo de las chinches. Alguien venia a su encuentro. Salió como alma que lleva el diablo de la sucia cabaña. Pero cayó al vació, su cuerpo se partió en mil pedazos.

A veces es mejor quedarse un par de días más…






lunes, 28 de noviembre de 2016

No tapes mi boca, no tapes mis ojos, no me mires.




¿A quién estás mirando?..

Le contestó, que a ella. El lienzo colgaba de la pared húmeda, del torrente de agua que caía en esos momentos.

Sin marcos, solo un lienzo. El rostro inmaculado. El rostro con una leve sonrisa de luminaria, excelso. Con una sonrisa corta y malvada.

De modo que ahí seguía, observador. Casi sin pestañear. Los colores oscuros predominan, los ocres, sólo una leve pincelada, como si alguien, adrede, hubiera cerrado los postigos, entonces un pequeño halo de luz casi imperceptible. Una pincelada de ocre maldito.

Pero miró a un lado y al otro de la sala de exposiciones. Nadie había ya. Con lo cual, se había alegrado, en cierto modo; porque en realidad temblaba de miedo, de terror, de percibir en el pecho el puñal de los ojos, de ella.

Una amalgama telúrica le aplastó el pecho y se orinó en ese mismo instante. Y las gotas gordas de sudor le besaron los labios. Pero era veneno.

¿Porqué insistes? Dijo ella.

Le contestó que no podía dar un paso, que no podía dejar de mirar.

Estás perdido. Estás derrotado. Aniquilado. Los vocablos salieron de la boca de ella, derritiendo el óleo al mismo tiempo.

Siguió orinándose dos veces más. Pero ya era demasiado tarde, un vómito de ella escupió su absurda estampa de hombre miedoso, cobarde.

!No me mires! Volvió a decir ella, esta vez, el grito se coló por los zócalos, se coló por el mísero postigo.

Sonrió, sonrió al verlo tan extremadamente loco. Un cuerpo mordido por la lengua de ella. Derrota, dijo y volvió a sonreír, levemente, como cuando una caricia, como un beso en la piel...


viernes, 25 de noviembre de 2016





Sentada en las piedras redondas y calientes por el sol, no medito, leo.
Cerca, se halla la huerta ensimismada de olivos y de cardones. Un pañuelo me seca la frente de lágrimas de arena. de mí. La ropa se alza igual que las cometas, las sábanas blancas y los calcetines y un mantel bordado a mano. Que permanecen aún dolidas.
Juego con mi pelo y mis pies están contentos de tremenda salvajada la mia. Luego miro alrededor y entiendo todo eso que dicen de que la vida es algo maravilloso, pero la mia también, si, dentro.
Acabo de mirar el reloj de pulsera con círculo negro y me sonrío en el pequeño espejo que guardo en la mochila y me pregunto porqué habré tardado tanto en correr...





María Gladys Estévez.

sábado, 22 de octubre de 2016

Los sueños




Sin embargo la bailarina estaba a su lado, ya fuera invierno, verano, otoño…ahí estaba, con sus alas blancas y relucientes. Pero no pudo verla nunca, o eso creyó.
 “Adiós”, sonaba por la mañana y al atardecer. La música salía disparada del saxo.
  El viejo Gurú siempre vivió en la misma calle, en la zona más alejada de los grandes edificios. Donde a veces, el olor hediondo se colaba por entre las bocas de los transeúntes. La refinería, los desagües; poco importaba eso, porque allí no había nada importante, allí  la miseria se comía hasta los rincones de las callejuelas, y hasta las hojas de los árboles. También se comía la sonrisa, y por si fuera poco, a veces, no dejaba entrar al sol…

Pero el saxofón no dejaba de sonar, y la bailarina con sus alas blancas, siempre atenta, justo en el suelo, sentada, dejando que los sueños llenaran la cabeza del hombre, con gabardina vieja, verde botella, y un gorro roído por los ratones…

Pero un día la cabeza del viejo Gurú, ya no tenía sito para guardar nada, porque estaba repleta de todo.


Monticello fue su última y ansiada parada.

viernes, 14 de octubre de 2016



Perra y puerca muerte
que deja los ojos quemados

de

los

niños.
 por los poros de la rabia...y
la inmediatez de la ignorancia.

Hace tiempo ya quedé de muerte apestada.



Un

tiempo llegaste para ..

Ahora se ha cumplido los tantos años de no verte.




viernes, 5 de agosto de 2016

Medias lunas de fuego





La lengua de fuego y humo se explaya, como si se tratara de un dragón, que enfurecido sobrevuela la copa de los árboles y se arrastra igual que una serpiente por los troncos y por las retamas. Deja todo impregnado de veneno ardiente. Los lagartos y los pájaros han muerto. Y los hombres gritan aquí y allá y, lamentablemente se haya un cuerpo sin vida en medio del horror.

A pesar de todo es claro que la vida sigue en otro lugar. La evidencia de las personas en las playas; las familias riendo y los niños jugueteando con las olas chicas que llegan a la orilla.

La calle real está invadida de estorninos, quizás huyendo del creciente humo que se cuela por entre las rendijas de caminos y de esquinas.
Alguien se quita los zapatos para refrescarse en la fuente. Las señoras que tienen sus puestos donde empieza y termina la calle, parlotean y enarbolan las manos para atraer a los transeúntes. Melquiades se atusa el bigote y lee la prensa, el párroco se dirige a la tienda del toldo rojo para tomar un gran vaso de horchata de chufa. Debajo de los flamboyanes se hallan cuatro bancos desvencijados, pero con su señorial sello. Por el suelo algunas páginas sueltas con pipas de calabaza para las palomas y en la charca acaban de vaciar un paquete entero de migas de pan para los patos y algunas galletas pequeñas y redondas y azucaradas. Y qué curioso que casi siempre hay un cisne entre ellos, pero no es un cisne negro, tampoco es un cisne blando. Es un cisne, sin color alguno.

La teta de Irinea está a punto de explotar; el pequeño succiona ávido mientras acaricia el pecho, sus deditos son dátiles dulces. Es extremo, muy extremo el momento tan sutil y delicado entre los dos.

La vieja sube como puede la escalera de piedra, ya casi ni le importa el tiempo que pase hasta llegar al último tramo, ni le importa si alguien se gira o no para ver de qué modo tan decrépito adelanta uno, y otro pié. Es curioso que en ese recorrido largo tañen las campanas, una, dos, tres, cuatro, cinco... Son las once de la mañana y aún el fuego no tiene adversario. La nube de humo atrapa con sus garras la calle y todo desaparece. Parece un conjuro...




Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...