jueves, 5 de diciembre de 2013

Tú eres

Ella tenía naranjas casi todo el año y las regalaba a cualquier hora; las visitas se marchaban con dos o tres por lo menos. Ella llenaba la mesa de la cocina de toda clase de naranjas y cada uno en su silla sorbía el jugo de cada gajo y al sorber eran  miles de gotitas rebotando dentro de las bocas. Muchas tardes han pasado y aún está allí, en su cama, dormida. Todas las sillas se fueron y la habitación del sueño también. Aún así, la veo dormida, allí y eso pasa, cada vez que tengo en la boca un gajo, de naranja.

Final

Sintió la calma que precede a la tormenta; el espejo no le devolvió nada...

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un día en casa



Hay  un lugar  donde visualizo  el largo huerto. El lado izquierdo es verde, el verde es intenso. Las raíces, debajo, sujetan las hojas dormitadas antes de que una lluvia reparta el agua limpia sobre ellas, entonces despliegan sus alas como las mariposas. El  lado derecho abarrotado de espigas como soldados uniformados. Espigas de oro que surgen de la tierra huyendo de lo oscuro y son afortunadas porque la luz las traspasa envolviéndolas en una suave caricia.
 La poza es un lago pequeño que alberga los sapos de ojos grandes y redondos de panzas descomunales, que croan al unísono, son coros bien orquestados.
La tierra que piso es roja, de un rojo cobrizo, los surcos, son arcas que contienen toda clase de semilla que esperan  para brotar, primero como pequeños botones perlados, luego más tarde florecen los colores, las tonalidades  en consonancia con las estaciones. El crepúsculo se acuesta apacible y silencioso, todo enmudece. Esperando que vuelva otro amanecer que abrace la tierra de ese huerto y caliente el agua de la poza para que la vida vuelva a latir de nuevo.

Perdonar, Reír

Para mí no es antagónico:  perdonar y luego reír o reír y perdonar...

martes, 3 de diciembre de 2013

Un dos de diciembre

Era una puta preciosa, la primera vez que la vi fue en el metro. Me atrajo su deslumbrante cuerpo, sus ojos color miel. Tenía el pelo recogido y llevaba un vestido lleno de lentejuelas, que, parecían estrellas. Con el tiempo descubrí que era psicópata, pero ya a esas alturas nos acostábamos y comíamos juntos dos veces por semana. Sus jadeos haciendo el amor, su manera de moverse, de besarme y casi de devorarme, habían anulado mi voluntad. Los lunes nada más levantarme la llamaba para quedar. Mis orgasmos eran los más intensos que había tenido nunca. Ella besaba mis labios, recogiendo cada hilo de saliva de mis comisuras, lamiendo cada rincón de mi rostro y succionaba mi cuello igual que una vampiresa en celo. Me había confesado algunos de sus crímenes, al principio, me sobrecogí y quise salir huyendo, pero algo me retuvo junto a aquella mujer. Una noche leí entre líneas su pensamiento, por la forma en que me miraba. Fui asesinado un dos de diciembre, nunca faltan flores en mi tumba dos veces por semana.




domingo, 1 de diciembre de 2013

Adviento y vigilia




Aquella mañana, la ropa blanca ondeaba al viento, aprovechando que el sol iluminaba hasta las puntas de las sábanas, llenó todas las cuerdas de una pieza entera y, otra, y otra. El griterío de los chicos en la cocina hizo que dejara el cesto de mimbre en la pileta y se había secado las manos en un mandil viejo. La leche humeaba y las galletas, que habían quedado demasiado tostadas llenaban las bocas de los niños. No habían pasado más que unos pocos años después de la gran contienda y aún escaseaba comida y la ropa era cosida una y otra vez por las mismas manos, que luego, secaba al aire, siempre esperando el amarillo ocre que aparecía por el horizonte. Unas cuadras más arriba la familia Ortiz se llenaba la boca con alfajores y mazapanes recién horneados por la Clarisas. Los jueves tocaba plancha. Buenos días señora, dijo la madre de los niños. Buenos días replicó la señora Ortiz. Hay una montaña más alta que un carrusel, de camisas blancas, de vestidos
 y de calzones de mis pequeños esperando en la habitación de planchado, le dijo. Desde lejos podía oír a su descendencia jugueteando con los dos puercos que habían crecido durante el año, y alimentados con despojos y cáscaras de la piel de alguna naranja; a través de los cristales, mientras secaba la frente de sudor y espaciaba el agua sobre aquella ropa tan cara, observaba a los seis niños y una discreta sonrisa se escapaba de entre sus labios agrietados.













Con éste relato participo en el blog literario: Ésta noche te cuento. Mes de diciembre


http://estanochetecuento.blogspot.com.es/

Danza de Navidad


Un  violín ameniza los fríos rincones. Alguien parlotea: Castañas, castañitas, dos moneditas nada más.Detrás de los fríos cristales, tirita Carola. Aún desnuda, recoge la falsa moneda.

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...