domingo, 22 de septiembre de 2013

Días al sol

Me tomó de la mano y caminamos unos metros hasta el árbol. El viejo nogal era el punto de reunión todas las tardes para la merienda; la mesita y las sillas en círculo, y, el té humeante, se complementaba con las pastas. Amandita, su muñeca, relucía; le había cambiado el vestido y peinado sus rizos de oro. Estaba tan feliz esa tarde que dejé que comiera los dulces a su antojo, aún a sabiendas que me llevaría una regañina por ello. A la hora de dormir nos escapábamos a la buhardilla; releía su poemario, mientras ella comía el chocolate vienés que yo había echado en la mochila antes del viaje. Sus menudos ojos verdes brillaban igual que la estela de un lucero y reía estrepitosamente cuando el balancín se movía al ritmo de mis manos: Otra vez, repetía- Y aquellos simpáticos churretes en su cara de niña me hacían sonreír y el caballito de madera pareciera que volara. Caía rendida en mi regazo. Compartimos habitación durante las dos semanas que me asignaron como voluntaria. Lloré cuando nos despedimos. Recorrí lentamente los surcos de sus manos, llevándome un pedacito de su vida, de su pasado. Giré la cabeza una última vez; la vi ya de espaldas entrando en la casa, Amandita me miraba, triste.


Con éste relato participo en la Convocatoria literaria :¿Vacaciones?, si yo te contara. De la revista literaria La esfera Cultural


http://programalaesfera.blogspot.com.es/

sábado, 21 de septiembre de 2013

Sobremesa

Me cuesta tanto levantarme después de haber masticado todos los días de mi vida, aún así volverá una nueva sobremesa. Un mantel de flores y vajilla de porcelana. Todo ello muy bien fingido.

viernes, 20 de septiembre de 2013

martes, 10 de septiembre de 2013

Provocación

Trató de alertarle pero fue demasiado tarde; del mutilado cuello pendía la inútil ristra de ajos...

jueves, 5 de septiembre de 2013

Entre bambalinas

El cobertor le rodea y ella encuentra un punto de apoyo en el viejo sillón. La brisa de la noche se cuela por la desvencijada ventana, acaricia su rostro. Es un beso venido desde lejos. Tararea entre susurros la música del viejo bistró. Una nota en la mesilla le recuerda en qué momento debe de tomar la medicación, y en un buró de caoba una carta de amor permanece infinitamente inmortal; le gusta releer la posdata: Misty, es la consigna por la que debían o no, volverse a ver. El funeral fue discreto. Ítaca la acogió en sus transparentes aguas. (Con éste relato participo en el mes de septiembre en ESTA NOCHE TE CUENTO)

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...