Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 11 de abril de 2018

Instantes



¿Porqué habría de coger el teléfono?, se preguntó.
Presumiblemente sabría que no era el sonido de un teléfono, que probablemente fuese la campanilla de la entrada a la casa, justo al lado de una balaustrada, siquiera recordaba quién, en algún momento, habría dejado aquella campanilla de viento y, que su tintineo había provocado el pensar que alguien llamara, simplemente por preguntar como estaba, o, por si en algún momento, alguien quisiera charlar un rato, compartir un café, o quizás arreglar el jardín, que sin duda alguna se merecía eso, ser arreglado, quitar hojas secas, remover la tierra, y querer no dejar morir los pocos geranios que esparcidos, parecían no querer secarse, un querer sobrevivir, como si corriera la sangre por sus tallos. De modo que, decidió hacer todo eso en soledad, si, realmente sacaría provecho de sus circunstancias, la de que el timbre que escuchó, no era llamada alguna, que fue la campanilla de viento, al soplar una brisa impronta provocada por las corrientes de aire provenientes de las montañas picudas, envueltas en un velo transparente de niebla.
Se puso un mandil, unos guantes, y bajo dos escalones de piedras redondas fundidas con el barro. Mientras apartaba la hojarasca, recordó aquellos años de niña, cuando la abuela hacía lo mismo y ella miraba y curioseaba: Habían gusanos, mariposas revoloteando, y lo más que le gustaba era dejar que el agua que salía como un río de la manguera, la empapara, era algo maravilloso, como un bautizo en toda regla, un hermoso bailar entre aguas...
Quitó todas las hojas secas, mimó los geranios, que, a medida que avanzaba la tarde se veían de un color más intenso. (mimar, mimar, mimar)..
Cuando terminó, se sentó en una butaca de tela vieja y descolorida por el tiempo, y mantuvo en sus manos, una taza de café arábigo, que guardaba para las visitas, o, siquiera sabía bien para que... Sintió caricias tibias en ambas manos, sintió un calor especial.

De nuevo volvieron los recuerdos, sorbía despacio, saboreando instantes. El pasado y el presente, todo ello girando a su alrededor, como un tiovivo. Comprendió al final que no le hizo falta aquella supuesta llamada de teléfono, siquiera sentirse sola por eso. Y lo mejor de todo es que vivió un largo momento a solas...

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