jueves, 8 de julio de 2021

Un mercado especial: Nuestra Señora de África

 




Los mercados son como las ferias. Exhiben toda clase de cosas.

Nuestra Señora de África es uno de ellos, tiene un gran patio donde las flores se explayan por todos lados: rosas, lirios, jacintos, magnolias, etc..

A ambos lados hay puestos de frutas y verduras. Quesos, encurtidos. Carnes, pescados. Lorilay y yo solemos tomar café en ese patio de dioses. A primera hora de la mañana el jolgorio de las personas que lo visitan es como un incesante fluir de agua al caer desde un barranco cualquiera.


Hay puestos que ofrecen pulseras de cuero, pendientes labrados por artesanos, macetas con ilustraciones preciosas. Un sin fin de mercancía, que con ilusión, los vendedores, cada día exponen. Aquella señora que observo está en un puesto de quesos, quesos de todos sabores y lugares, pero no quiere esperar turno. Se enfada. Alguien le dice amablemente que tiene que esperar. Se calla con el ceño fruncido.


Es curioso que aún algunos mercados, por ejemplo este, tengan un gran patio copado de todo. Las flores quizás lo más relevante, como la arquitectura árabe.

La riqueza se halla en el interior ,y no en el exterior. La vida se vive en ese maravilloso oasis. Su frescura y luz hace que una se quede ahí contemplando las maravillas de la vida.


¿No vamos?, dice Lorilay.


Si, vamos, pero no me gusta el exterior.


Es tan gris. Bocinas, gente con prisas…




Pero me soñé alli, me soñé

 

Es destierro quizás

el querer habitar entre yuyales,

abrá alguien que lo señale.

 

Pero me soñe allí, me soñé

con azules piedras preciosas,

en olas suaves: besos, caricias.

 

Es destierro quizás

el querer despojar- me

como una mendiga,

de sus ojos. La piel joven

Si, es un desafío al tiempo,

un cruce de caminos.

Imposible. 

miércoles, 7 de julio de 2021

El modo en que puedo permitirme una total ausencia.

 


Ese estado de ingravidez que, al contemplar lo cotidiano, es lo que siento, es como estar dormida, o ausente. Al esperar en el ceda el paso de una calle cualquiera me otorgo a mí misma eso. En realidad es algo que siempre he padecido.

Mientras, esos segundos de espera en que una se queda mayestática a la espera de que algún vehículo deje que cruce la calle, se hacen toda una eternidad. Es como contemplar una película sin sonidos, es una brisa suave, dulce como un beso que siento confortablemente. De modo que en esos momentos de mudez ante mí surge un gran carrusel: aquel edificio está en obras, hay personas que entran y salen, algunos en la última planta, otros en la acera dirigiendo todo. La tienda de sombreros de la esquina tiene un escaparate precioso: toda clase de abalorios. Los sombreros son como joyas, algunos llevan incrustados pequeños cristales de colores.


La cafetería a estas horas está repleta de gente, toman café, o desayuna. Aquel señor está fuera en un mesa escribe algo en su cuaderno, parece porteño. Es alto, moreno, de unos sesenta años, además bastante atractivo. A veces las personas llevan cuadernos consigo porque siempre hay cosas que anotar: frases, palabras sueltas, o un diario.

Mientras tanto sigo ahí, etérea. Hace mucho que espero, aunque sólo hayan pasado unos segundos.

Hay flamboyanes, son preciosos, copados de flores. Aquella señora sufre, sufre porque tiene el rostro compungido, solloza. Cree que nade la ve, pero yo si. Ese estado de levedad me permite ver todo con calma. Colores, olores, situaciones. Probablemente le hayan dicho que tiene que pagar la hipoteca porque de lo contrario la desahuciarán, o tal vez, es porque el amor de su vida es una quimera, aunque a ella le haya parecido lo contrario.

Quizás es ella la que tiene el problema: esquizofrenia, o es alcohólica. En algún momento en la prensa saldrá la noticia de su suicidio. Una vida vacía. Una lucha inútil.


Siquiera un avión del ejercito con un sonido estrepitoso volando casi al ras conmueve mi cuerpo.

Sigo ahí en otro mundo. Es placentero. Como una criatura en el vientre materno.

Alguien me besa, pero realmente no ha sucedido, yo puedo percibirlo, pero no hay nadie en esos momentos.

El caballero porteño abandona la cafetería y lo puedo ver enfrente espera para cruzar la calle.

Alguien dice que puedo pasar y es en ese momento cuando vuelvo a la realidad.

Nos cruzamos y nos miramos a los ojos, dejamos que se unan las manos con una leve caricia.






Coleccionista de imagenes.

 Una barba cola de pato arraigada desde mucho. Unos ojos redondos negros miraban cada 

instante en el que el día regalaba toda clase de imágenes.


Los trazos en el papel comenzaban a vislumbrar lo que en una 

estación de tren sucedía.

Un tren de cercanía de color verde con puntos de luz a ambos lados. 

Pasajeros suben y 

bajan, caminan por el andén. Ahora una halo de luz se cuela por el 

abombado techo 

perforado de diminutos agujeros. Aquella señora se coloca el 

sombrero. Un hombre se atusa el bigote y bosteza.



En la avenida que hay detrás los coches con sus bocinas braman. 

Tienen el ceño fruncido. 

Hay gaviotas revoloteando, ha llegado la pesca. La lonja es un prado 

de peces con los lomos 

brillantes, peces agonizantes. Comienza la subasta. Aquel señor de 

prominente abdomen 

alza la voz, quiere todo el marisco. El señor Álvarez, narizudo , con 

perilla, apuesta por las 

samas roqueras. Todo un deleite de imágenes en el papel.


En el otro lado de la ciudad hay un arco. Da la bienvenida a todo el 

que visite el lugar.

Hay un castañero , y un sauce que ahora se bambolea por una sutil 

brisa. Un sauce que ha 

visto cada día pasar a los transeúntes. Algunos con prisa, otros con 

pasos lentos, meditando 

cualquier cosa. En invierno las gotas de agua dan de beber al viejo 

sauce, envuelven las 

ramas, son caricias. En verano es refugio de personas acaloradas, 

 que toman asiento en bancos de madera y beben limonada.


Los instantes quedan en los folios. En la pared hay vida, toda la vida 

de cada día.



TEXTO YA PUBLICADO . HOY HE QUERIDO DEJARLO POR AQUÍ OTRA VEZ.

Queda camino por andar.



 Queda camino por andar, atrás quedan los recuerdos, las hebras de mi vida, las estaciones. Un arcoíris en la penumbra y risas al Sol, Un anochecer y un amanecer, junto a un mar, azul, sereno e ilusionado. Queda camino por andar, unos niños, un arrorró, mariposas en mi estómago, aún, como cuando niña, Hubo luces y sombras y quedan por venir. Tu nombre , tu risa, tu boca, mi aliento.

martes, 6 de julio de 2021

Es frivolidad, si eso debe de ser.

 


Probablemente llevarían ahí mucho tiempo. Quizás eso, el 

tiempo no hubo existido, no.


Llevarían ahí dos, o más horas, pero en realidad pudo haber 

sido toda una vida, o tal vez nada.

Asentirían con la cabeza las veces que hubiera hecho falta. 

Tomarían el té, o el café, o alguna soda, si una soda, porque

era verano y además por esos días el asfalto se derretía igual

que una gran bola de helado.

Cada cual parloteaba esto o aquello; mientras tanto, fuera, 

todo giraba como cada día. El patio de geranios y sus sillas 

blancas, y su mesita con cristales de colores acogían el grupo

de parlante que hablaban en mayor medida de la guerra, de lo

aterrador que podía ser sufrir las consecuencias de ello. Por 

otro lado se alegraban de no sufrir en sus carnes o en la de 

sus hijos el horror de ese gigante aplastándolo todo. Después 

de hablar sobre todo ello dejaron la prensa en una de las 

canastas, y jugaron al bridge con frivolidad pensando en los

en los puntos que ganarían o perderían, !Ah la guerra¡, dijo 

alguien, si eso dijo, y eso es frivolidad, ciertamente lo es...









 

A veces hay conversaciones interesantes, otras no tanto.

 

El aire fresco de la noche propició que todos los que se hallaban en la casona salieran al gran patio: un patio repleto de plantas de hojas verdes, lanceoladas. Racimos de helechos de punta a punta. 

Pero alguien no querría salir, de ningún modo lo haría. A pesar del calor insufrible dentro. 

A Saly le habían puesto unos brackets, de modo que no saldría.


Hablaron largo y tendido. Fumaban puros, o cigarrillos. Se sirvieron copas. Luego habrían más, de tal modo que alguno de los que parloteaban en el patio cayó fulminado. Lo dejaron en uno de los sillones de mimbre toda la noche.


Si, en realidad ese puente será imprescindible, de hecho lo es, dijo alguien...

Es una obra costosisima, replicó Mendez.


¿Pero y quién costeará todo?, dijo Estévez.


Bueno eso es importante, esa pregunta es bastante relevante, en cuanto en tanto no nos involucre a nosotros, a los ciudadanos, volvió a decir Estévez.


Paparruchas, la pagaremos todos con nuestros impuestos, dijo Saly. 

¿Estás aquí?.


Si, por nada del mundo habría de perderme el decir lo que he dicho.


¿Y los brackets?.


Los llevo puestos...








Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...