viernes, 7 de mayo de 2021

Frases, pensamientos. Descripción de aquellos, de otros, de una señora.


La fuente con el color del agua violado ahora chisporrotea y saltan las gotas y caen en cascada y se quedan pegadas al asfalto, las  señoras salen con la ropa blanca y el gorro en los cabellos cuando la sirena suena. Discurren las horas. Pasos aquí y allá ahora azarosos, ahora calmos, discrepan los señores y las señoras apuntan a los cristales, el almacén está repleto. 




 Realmente las posturas y las ideas en cuanto a alguna de las muchas corrientes artísticas  dependen muy mucho de cómo haya sido de efectivo el trabajo y demás ocupaciones, ya sea pintando un lienzo, ya sea un  marino cuando iza las velas en busca de la comida de sus familias, ya sea cómo de abundante se haya dado la siembra…








Es agónico presenciar aquellos hombres que postulan por las avenidas en nombre de Dios, en nombre de los otros hombres, para esto o aquello, cuando en realidad la miseria, la mezquindad, la parsimonia se halla en ellos mismos…






Cuando los señores y las señoras se reúnen y lucen sus capas elegantes y sobrias para decidir una cosa u otra, para resolver asuntos que en muchos casos son relevantes y perentorios para la comunidad en los grandes salones provistos para ello, lo mas probable es que los tratados y conversaciones salgan por la ventana, con escasas expectativas…







Si cada día abriéramos las puertas de donde habita el alma, y dejáramos que ésta  se exprese y se pasee por la calles y  dejamos  que se mezcle con el gentío entre las horas más complejas del día o entre las horas más agónicas de la noche, volvería y llamaría al timbre henchida de felicidad…










jueves, 6 de mayo de 2021

Duendes en mi cocina

 


Una vez, hace ya algún tiempo tuve duendes en mi cocina. Los duendes existen, al menos en los cuentos, o, en las leyendas y porqué no, también podemos creer en ellos y poder tener su amistad.


Los duendes que yo tenía en casa, eran azules, pequeños y bastantes escurridizos. 


Los duendes azules son  traviesos, tramposos y malos, así que durante algún tiempo tuve que enfrentarme a ellos  declarándose  la guerra


Cada noche mientras dormía un grupo de cinco duendes entraban por la chimenea, sigilosos. Una vez dentro de casa lo primero que hacían era cambiar todo de lugar, luego se dirigían a la cocina, y allí acababan con todo lo que había en la despensa.


Al día siguiente yo tenía que limpiar restos de comida y bebida que durante la noche consumían sin sentido y sin control.


Así durante casi dos años tuve que aguantar sus fechorías.


Una mañana de primavera, en que me dirigía al mercado a por provisiones para abastecer mi pobre despensa, encontré a dos duendecillos por la calle paseando, estos no eran azules, su color era blanco inmaculado. Nada más verme se dieron cuenta de lo que me sucedía, y me preguntaron con interés cuál era la causa de mi desasosiego y preocupación.


Me dio  mucha alegría encontrarles, y de saber que eran duendes buenos, que sólo querían acompañarme al mercado, y ayudarme  a    solucionar mi problema.


Se sentaron conmigo en la terraza de casa, tomamos chocolate con galletas, sus nombres eran: Alfrid y Alfrida.


-El único modo de que tus perversos duendes se vayan de tu casa, es acudir a la guarida del dragón azul, el que habita en la colina más alta de la aldea, y pedirle personalmente que acabe con ellos, dijo Alfrida- Yo obedecí con la esperanza de poder terminar con aquella pesadilla en que se había convertido mi vida.


Después de una semana de trabajo por parte del dragón azul, nada había cambiado, por mucho que rugiera o escupiera fuego por la boca, los malvados duendes saltaban de un lugar a otro tan rápido que no hubo modo de darles caza.


Una tarde invité de nuevo a merendar a Alfrid y Alfrida y hablamos toda la tarde buscando algún remedio para mi infortunio.


Ésta vez fue Alfrid quien me dio la solución: se me ocurre una idea, si las personas dejan de creer en los duendes estos desaparecen de inmediato- ¡Claro!, añadí,  pero también desaparecerían ustedes, y no les volvería a ver nunca- -Es  la única solución que te queda- responde también Alfrida- En verdad les digo, que tienen razón y, desde este mismo instante, yo digo: no creo en los duendes, ¡¡no creo!!.


Así fue como en la noche ya no volvieron los malvados duendes a mi cocina, fue tan sencillo como dejar de creer en ellos. Lo malo de este cuento es que tampoco he vuelto a ver a Alfrid y Alfrida. 







miércoles, 5 de mayo de 2021

Habría que, pero no, o si...

 



Que si en el cine se estrena una película nueva, o dos, o tres. Que si ha granizado este fin de semana sustancialmente, que si los granizos eran enormes. Que si el cielo se ha cubierto de un manto negro esperando arrojar con fuerza el lago de agua que contienen. Por otra parte, la noticia de la mujer longeva : ¡cien años!. Una buena noticia para la portada de la prensa. El puerto repleto de barcos, unos más grandes, otros más chicos, pero ahí están por unas horas.: los visitantes se reparten por toda la ciudad.

La lonja repleta de peces brilla por la gran cantidad de escamas, relucen más, porque los rayos del sol se adentran a primera hora de la mañana y son como lamparillas de papel, flotando sobre ellos…

El día a día de una ciudad, los aconteceres, algunos los mismos, otros, como la gran noticia, la expectante y relevante noticia : ¡Se han descubierto siete nuevos planetas!.

Pero si nos detenemos un instante el pecho se encoje al ver la cantidad de vehículos que inundan las calles, habría que empezar a prohibir una importante cantidad de ellos para que no colapsen las calles, para evitar esas grande colas que tanto agobian. Habría que abrir más peluquerías, más gabinetes de sicología. Habría que dibujar un rio, sobre todo en nuestro interior…


Abría, abría, abría de suceder.




Pensamiento.

 







Por si me pierdo en algún momento en ese otro mundo cruel de la memoria, y se vacía la cabeza de todo me dejaré llevar por las pasiones, las que muchas veces atemorizan mientras comemos, y dormimos en una jaula...

La gran nave de los hombres necios.

 La estrella de David se ha pronunciado,

se ha dormido entre las bandadas de pájaros sin norte.

Se le ha roto la vestimenta a la esperanza, crujen sus alabanzas,

como dolor en sus carnes…Una herida grande en la pared

Un terremoto de camellos levanta polvo de la gran alfombra,

dame una salida, dijo. Un herida tan grande en la pared.








Yo soy la gran casa oprimida por los tiranos. Abrevad, abrevad,

que no queda gota húmeda para tantos labios resecos.

Ahí llega un navío que en el cielo se alza,

por los tórridos caminos se precipita arroz, trigo, 

Abre postigo tu ceguera luz, que tengo hambre,

tengo hambre en todo mi continente…




Con diez soles se bendijo la aquella tierra de faraones,

de espléndidos ríos pintados de verdes, fosforescencia.

Mi presencia se remonta a un sinfín de tiempos,

y mis colinas en ondas, y mis patios sobrepasando sus flores,

en escalada hacia el inmenso piélago de estrellas.

Crecí en medio de la nada en incesante empeño me cubrí de capa de raso.








Ese gran músculo que late entre todos los pechos. ¿Quién lo cercenó?.

Pero, ¡Oh!, los azulejos limpios de inocencia, labrados de tonos,

tonos diferentes, ahora se agrietan por cuatro esquinas.

Soy mi continente que abreva y se ahoga, abreva y se ahoga,

soy dolor y multitud. Entre ladridos de perros se intuye el miedo.

La gran nave de los hombres necios ha vuelto.

 














O, tal vez entre ese oasis,

marmóreos susurros de búhos que postrados se quedan.

Donde hubo un lago azul perpetrado de garras mayestáticas,

el tornado se ha tomado de la mano lo prestado.

¡A la carga navíos!, id a lo robado, lo mancillado.

Como púrpura tarde lo cometido es errado.




Un sin fin de palomas que pican el desgastado umbral,

unas ciegas, otras, sordas. Un relámpago tintinea un puñado de campanillas.

El gran mundo verde se ha vuelto a secar: veredas, montañas, una dama negra,

leña sin fuego que arda al ocaso de la tarde.

Postrada con mis manos a lo largo de este continente mío,

como un gran gorila enfurecido, me resisto al desparecer de las palabras.




Un vals suena en medio del polvo, ramas entrecruzadas,

que no han hecho más que abrazar lo dado.

Ese agitar banderas, no tiene color alguno, ninguna mención.

Beber del cáliz envenenado, mientras tanto un monstruo se acuesta,

al lado de los sueños. Del otro lado del mundo, en el borde filoso,

de pistilos, se acomoda el ave libre.




No me reconocí ayer cuando soñaba mi fortaleza,

los piratas quemaron los dedos de espumas blancas de las olas,

que mansamente lamieron la arena.

No me reconocí del miedo, de la impotencia: mis manos atadas.

Soy un jazmín mancillado, el dolor se escucha en el aletear de la gran nave.

(Gira el mundo al revés).





Vengo de las profundidades de los mares con las manos muertas,

con los huesos apilados entre rocas y algas. ¡Oh!, llanto, llanto.

Los poetas se han suicidado frente al faro: el devenir de un reloj, tic, tac.

Los muros se alzan  con cristales rotos. El futuro incierto de las mariposas.

Velos de dolor al otro lado con miles de fetos sin úteros.

No unjas pañuelos entre calaveras.








Vienes con tu sombra y lo inundas todo.

 


Y sin embargo en el caer

de la tarde me vienes con 

tu sombra, inundas todo.

Encontrar el modo de dejar

de sentirte, (un pliegue de papel amarillento).


Absurdamente incapaz de creer,

que se fue mi cuerpo lozano.

Y a pesar de eso te nombro,

cada día, a cualquier hora.

En mis sueños, no sueños,

como si la vida se burlara,

hizo que se cruzara el ayer,

el hoy...

Cuando es imposible

es imposible sentir como lo hago,

y vuelvo a mis días, (siempre, siempre).


Y sin querer la niebla se cruza,

y poco, a poco, ya no te pienso.

y poco, a poco, ya no es. (no existe).






Sucede cuando el otoño aún con la tibieza del verano se duerme en un beso.



Claro que si, mañana iremos de paseo en bicicleta; además si hace buen tiempo nos quedaremos en la playa chica todo el día, dijo María Inés Robles. 

Es otoño pero aún queda la tibieza del verano. De modo que así lo hicieron. No sólo todo el día, también toda la noche. 

A mitad de mañana ya se habían mecido en aquellas olas, olas mansas, olas que acarician, y abrazan. Sus cuerpos desnudos en la arena negra simbolizaban lo que en realidad es la piel cuando es desprovista de telas, ropa... (dos deidades).

María Inés Robles supo desde su venida a este mundo que no sería fácil convivir en una tierra hostil. 

Una bandada de estorninos se cruzó con una familia de gaviotas, y algunas nubes tomaron la forma de unicornio. 

Aún seguían tumbados en la arena. María Inés Robles dibujaba con su dedo diferentes figuras en aquel cielo azul claro: árboles, montañas, besos. 

¿quieres champán?.


Si, claro que sí, pero primero dame tu boca....





Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...