-Mamá nos ha abandonado, nos dice papá-.
-Mientras, él se limpia sus manos en la
pileta-.
Dicen que como no tenemos alma, no tenemos sentimientos. El viejo Horatio nos dejaba cada noche en tres estanterías en donde reposaban nuestros inertes cuerpos de trapo.
Me había enamorado de un violinista que actuaba como colofón al espectáculo que por unos días animaba las fiestas de la comarca.
Por suerte llevaba el vestido más bonito de todas las marionetas lleno de encajes de seda.
Mi cuerpo se movía al ritmo de los hilos que pendían, y atados a mis manos y piernas, hacían que girara y volteara; me sentía como un cisne blanco y libre.
Un día el joven músico sintió curiosidad al ver en fila las figuras dormidas. Me inquiete mucho, deseaba que me tomara en sus brazos, que besara mis ojitos de cristal y depositara sus labios en mi boca cosida con hilo rojo.
Por unos momentos fui muy feliz, pues me había elegido. Sus suaves manos tomaron mi cuerpo liberando los hilos.
Besó mi frente y entre susurros me confesó que sufría de mal de amores, que no podía olvidar a la mujer de su vida. Quise decirle que le quería, que me llevase con él, pero mis labios pespunteados me lo impidieron.
Unos días después y acabada la feria, Horatio siguió su camino con un montón de títeres dormidos.
Cadencia
La música de un saxo acompaña el leve vaivén de sus caderas; el olor del dinero se mezcla con sus humedades.
Delicado otoño
La calima lo envuelve todo y un torbellino de aire empuja la hojarasca, que se amontona debajo del sauce. De la chimenea emana un dulce aroma que se cuela por las naricillas de los críos, soliviantado sus juegos infantiles.
Hubiera sido una historia maravillosa, pero en el cuarto renglón las letras se escapan del folio; sólo queda la luz de un candil.
Aromas
Un rodete y ya está peinadita y lista para el paseo. El verde de sus ojos se acentúa con la tez morena del rostro; y como una chiquilla sonríe contenta.
Paso a paso recorre el patio acariciando las azucenas; sin recordar que un día fue ella quien lo llenó de aromas.
Silencio
Se despidieron con dos besos. Uno cálido y el otro mortecino.
La niebla cubría el espacio. Sus pasos en la gravilla desataron
los gritos de los guijarros del parque. Sintió angustia.
Entonces recordó al doctor Jekyll y Hyde. Pensó cómo
moriría: por estrangulamiento, o cercenar su cuello.
El olor a leña de las chimeneas le reconfortó pensando que
llegaría pronto a casa, se concentró en esa idea mientras
exhalaba el vaho que se escapaba igual que un grito de terror.
En un intento de escapar de aquellas garras giró rápidamente
la esquina que la llevaría a buen recaudo. Uno de sus
tacones se clavó como una estaca, y tropezó cayendo al
suelo. Notó su presencia, no quiso mirar, se cubrió el rostro
con sus manos temblorosas, y allí estaba junto a ella:
"Señorita soy el sereno me preguntaba se encuentra bien
usted".
A Merche le habían dicho que tendría que viajar. Que cogería un avión a las Malvinas. A la isla Trinidad. De modo que sin dudarlo preparó un equipaje pequeño y al amanecer ya se dirigía al aeropuerto. Dejó su auto por los días que permaneciera fuera, en los aparcamientos, en alquiler.
Después de unas horas de viaje sobre el manto de nubes, unas veces leyendo algo, otras algo dormida le dio por mirar a través de la ventanilla y se sorprendió, porque el gran manto nuboso era un colchón de plumas, además de que en esos instantes se cruzaron dos aviones en diferentes direcciones, y la velocidad fue tan extrema que se asustó. Pensó que ella viajaba así.
Pero dentro no notaba nada. Como si estuviera en casa leyendo, o escribiendo, o también viendo una película. Sólo le faltó un balcón.
Cuando llegó a isla Cristina la sonrisa de Merche abarcó todo el territorio. Se alojó en el Occidental Isla Trinidad. Le pareció cómodo. Nada más alojarse se fue al mar a esas aguas cristalinas, verde esmeralda, sonrió aún más, de una felicidad extrema.
Pasados tres días recibió un mensaje, un mensaje que la preocupó. La sonrisa se había hecho chiquita.
-Debe usted obedecer en todo lo que le digamos, le advierto que esto no es una broma- Era el contenido del mensaje.
Merche se sentó en un butacón, pidió de beber algo, luego irían cuatro o cinco copas. Una cajetilla de cigarros.
Se había convertido en una espía.
Alguien que pasó delante de ella al verla ebria, y algo llorosa le dijo: señora perdone usted que la moleste, pero se perfectamente porqué está de ese modo que parece que le haya caído el diluvio universal.
-¿Y porqué me dice eso?, dijo Merche-
Porque cuando nos ofrecen un viaje con todo pagado hay que pensar porqué, hay que detenerse un momento. No todo el monte es orégano querida.
El auto apareció deshuesado. Sin dueña.
A esas horas nunca duerme durante la vigilia orbitan a su alrededor un montón de cuerpos estelares, muy brillantes, la hacen sentir la diosa de algún terruño, de esos que se despliegan a lo largo de los viejos caminos. Había pensado en poner un grupo de plañideras en la escena del velatorio, pero le pareció nimio, hasta le sacó una sonrisa algo tímida imaginando a esas señoras con gritos desgarradores por un puñado de monedas, y es que las personas se prestan a casi todo.
Conforme crea un personaje, u otro, retiene entre sus labios un lápiz, juega con él, lo mordisquea ávida, como si se tratara de la piel olorosa y atractiva de un amante, de modo que el cuerpo cilíndrico gira mil veces y al final de la obra queda totalmente espachurrado. Después de cien folios totalmente emborronados surge la historia que ideaba en su cabeza tras varias veladas en solitario, sin ningún sonido que pudiera distraer su atención, ni siquiera las ánimas se habían acercado a la ventana para no enturbiar el desatino que le provocaba escribir ciertas historias. Le había parecido buena, estaba satisfecha cuando terminó de escribir el último renglón: los cirros abarcando el cielo, el dueño de la tienda de ultramarinos tan viejo como un volcán; las putas y los rufianes en la otra calle tres cuadras más arriba, y los zopilotes revoloteando sobre las cabezas de las gentes para sacarle los cuartos, todo ello un enjambre de imágenes a su antojo, o quizás, la verdad…
Mientras, yo, repasando los apuntes de historia. Tú que soy yo en escapada, justo en el borde filoso de una navaja. ¡Como nos gusta a nosotras!. Como siempre nos ha gustado...
Para encontrarte basta que yo me encuentre. Pareces una diosa: burlona, algo extravagante y pagana. Huele a tabaco de pipa, y huele a mariguana.. huele, huele, huele... ¿Tú te comes la mandarina en gajos, y no a mordiscos, o quizás es lo contrario?.
-Es lo contrario, yo me como los gajos de la mandarina y me encanta el jugo de cada uno de ellos cuando se deslizan por entre mis labios, y luego vienen las cosquillas en la lengua, de cada uno de ellos... luego...
Luego que? . Al fin y al cabo es una mandarina, y una se la come como quiera, como guste comérsela-
-Está bien así, ok, si vale.. de acuerdo.
Pero vuelvo a los apuntes, son cincuenta folios y debo preparar la clase en dos días, o será horrible cuando esté dando clases y confundir a los griegos con los romanos, o con los celtíberos! Oh, no, no, no... eso no pasará mi mente juega y yo me dejo, a veces...
Será una magnifica clase de una hora. Hasta que no suene el timbre nadie se levantará de sus asientos, y yo ahí de pié, con un vestido de gasa de diminutos claveles rojos, con unos rabitos preciosos de verde, de ese verde verde que alegra la vista y calma la mente.. un verde de quirógrafo cuando se disponen a filetear a cualquiera que osa entrar en el. Un verde de bosque verde. Aumm... o verde pistacho un helado sabroso en mis manos, en una tarde calurosa y la gasa de las mangas agitadas por la brisa y el puente de madera que cruje cuando lo paso. ..
Pero tú sigues ahí en el mismo borde, y qué rabia, y qué ganas de estar contigo, las dos juntas que soy yo. A veces pienso que eres otra persona, sobre todo cuando tu sombra me sigue, cuando me miro al espejo y no me veo, no me reconozco; pero tu sonrisa me suena, un guiño, tu forma de usar el pintalabios: primero la imprimación, luego los toques, y luego se unen para un perfecta cobertura, y esa boca me suena. Mientras tanto yo me quedo embobada mirándote... Si, porque oye chica, que no me reconozco, ¿Pero soy yo verdad?... ¿A quién pregunto? Seré tonta.
-Me preguntas a mi mujer!-
Eres tú?
Claro que sí esa cabeza tuya tanto estudiar te volverá majareta..
Recojo mi pelo y jajajajaja dios estoy loca.
¿Te acuerdas hace un par de años en la estación quinta cuando casi me mudo de mundo?
Claro que lo recuerdo. Fue una noche fantástica
-Pues no creas estuve a un paso de mudarme, de mudar la piel y de mudarme toda... Aquellas luces tan brillantes en el techo, aquella playa serena, y de aguas transparentes : la arena envuelta en mis pies, y yo perdida y libre. Había un grupo de jazz estupendo, el saxofonista creo que era Bill Evans Nada más y nada menos...” My Foolish Heart” may foless hart, sonaba en esos momentos, y la luna bajó a la playa sonriente y creo que le di un porro.. ja,ja es broma.. pero allí estaba, grande, blanca y llena de luz; por aquellos años simpatizaba mucho con la luna me parecía algo extraordinario hasta escribí algún poema lleno de versos con lunas llenas, y menguantes, muchas lunas, muchas.
¡Shushuuuuuususs!
¿Ay que pasa? ¿Porque me pides silencio?-
Porque no me distraes loquita, y no puedo terminar de preparar la clase..
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...