viernes, 7 de enero de 2022

Un mercado especial: Nuestra Señora de África

 



Los mercados son como las ferias. Exhiben toda clase de cosas.

Nuestra Señora de África es uno de ellos, tiene un gran patio donde las flores se explayan por todos lados: rosas, lirios, jacintos, magnolias, etc..

A ambos lados hay puestos de frutas y verduras. Quesos, encurtidos. Carnes, pescados. Lorilay y yo solemos tomar café en ese patio de dioses. A primera hora de la mañana el jolgorio de las personas que lo visitan es como un incesante fluir de agua al caer desde un barranco cualquiera.


Hay puestos que ofrecen pulseras de cuero, pendientes labrados por artesanos, macetas con ilustraciones preciosas. Un sin fin de mercancía, que con ilusión, los vendedores, cada día exponen. Aquella señora que observo está en un puesto de quesos, quesos de todos sabores y lugares, pero no quiere esperar turno. Se enfada. Alguien le dice amablemente que tiene que esperar. Se calla con el ceño fruncido.


Es curioso que aún algunos mercados, por ejemplo este, tengan un gran patio copado de todo. Las flores quizás lo más relevante, como la arquitectura árabe.

La riqueza se halla en el interior ,y no en el exterior. La vida se vive en ese maravilloso oasis. Su frescura y luz hace que una se quede ahí contemplando las maravillas de la vida.


¿No vamos?, dice Lorilay.


Si, vamos, pero no me gusta el exterior.


Es tan gris. Bocinas, gente con prisas…




Garbancitos.


 Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Seguramente habrían más.

Al lado una pulsera de esas que evitan el mal de ojo, si quizás era eso; unos pequeños garbancitos, que por el tiempo que llevaban  se les podía ver un pequeño pico, como el de los pajarillos. Algunos de ellos se hallaban junto a la taza de café como si quisieran alimento, o calor. 

De modo que ahí seguían sin movilidad alguna, y pasados unos meses quién sabe en que se habrían transformado. 

Uno de ellos se hallaba apartado. Siquiera la felpa lo rozaba.

Aún siendo un pequeño garbancito se le veía triste. Una barrera de grapas impedía que pudiera estar con los demás.

A expensas de una mano que apartara para dejarlo libre. 

Pero no sucedía. Ahí permanecía la montaña.





Tormenta y calma.


Y si fuese

ese Arco de Iris

explayado 

en el Cielo

el sonreír

de sus labios


Y jacintos

asfódelos

nenúfares

un lago

apacible

sus manos


Tormenta y calma

su cuerpo

Y si fuese 

de las tinieblas

surgir

más, lo oscuro

es el trasfondo

Y si pudiera

un sueño

dibujar

en el borde 

de su pecho





 


 

martes, 4 de enero de 2022

Mi Reina.

  Texto publicado en el año 2014, he querido dejarlo hoy aquí otra  vez"





Nos conocimos un día a primera hora de la mañana en la estación de tren que lleva a Baluba. Yo no estaba de muy buen humor, pero ella me sonreía y eso suavizó mi carácter. Cogimos el mismo tren y casualmente el mismo destino, o eso pensé, porque ella hizo lo posible para coincidir. Más tarde me di cuenta de ello. Sabía que se sentaría a mi lado, yo, lo deseaba.

Me pidió un pitillo y volvió a sonreír, le dije que no fumaba, pero ella no dejaba de sonreír y uno de sus dedos se introdujo por entre mi pelo: Un pelusa, dijo. Tenía el dedo humectado y dejó su rastro en mi frente. El recorrido a Baluba había comenzado, y el de nosotros también. Empezamos a mirarnos y a recorrer cada centímetro de nuestros rostros: Los labios, los ojos, la barbilla… , Había soplado delicadamente mi flequillo rizado y sin darnos cuenta, yo, había introducido mi mano por debajo de su falda y tanteaba y llegué a su sexo libre y uno de mis dedos se deslizaba por él llegando fácilmente al clítoris erguido, duro. Ella hacía lo mismo, su mano entró debajo del pantalón y separó el calzoncillo y se apoderó del pene, sí , era suyo, era el pene que había estado buscando, era su juguete. No hace falta decir que me puse como un loco apasionado, sin nada que pudiese frenar ese lujurioso encuentro. Yo sabía que ella no tardaría mucho en tener un orgásmo, al igual que yo. De modo que su mano agitaba el pene lascivamente. Se mordía los labios y gemía. Yo, debí pensar que ese clítoris era un pastel de moras, porque mi dedo frotaba mas y mas rápido aquel templo de placer, aquel río de melaza.

Tenía las piernas separadas y jadeaba mientras hacía lo posible porque yo explotara y llenara todo de mí. Así permanecimos un buen rato, hasta que ya ninguno de los dos pudimos evitar lo inevitable. !Sí, así , así, mi reina!

lunes, 3 de enero de 2022

¿Eres tú?

 

Quizás no hubiese sucedido pero las circunstancias hicieron que de algún modo, u otro, desde primera hora de la mañana ya había una disposición a ello. El Sol comenzaba a desplegar sus rayos: un bostezo inmenso que iluminó el mar y las casas.


De modo que Virginia ya habría desayunado, y vestido.


Se había adentrado en el parque, se sentaría en uno de los bancos para leer un rato. El cosquilleo que estaba sintiendo en una de sus piernas eran hormigas, sacudió con el pañuelo.



Mi río se ha secado

solo un gris queda


¿Y esta melancolía

que tengo por abrigo?”


Seguía leyendo. Transcurrieron dos horas.


El despertar de su consciencia fue desde muy joven, en realidad todo lo que se hallaba a su alrededor era un tren en marcha, sin freno.

Un inmenso agujero del que sabía no poder salir.


¿Quieres un café?


Gracias, si.


No te rías de ese modo, las niñas han de saber comportarse.


Dejate peinar.


No estés descalza.


¿Porqué vistes de ese modo?.


No podía evitar pensar en todo eso. Le hubiera gustado lanzar una plegaria al Cielo.




Deberías aprender a bordar.


¡Pero qué haces, así no llegarás a ninguna parte!



Pero sucedió.


Hoy sé que el andén cuatro

no existe

Sabré que no soy

Hoy las petunias

el guayabero

aquel recuerdo

solo un sueño fue”



En ese instante de profunda paz, Virginia dejó de leer el libro, se 

recostó 

en el banco de tablillas. El efecto había llegado a su punto más álgido.



¿Eres tú?






















sábado, 1 de enero de 2022

  


Retales y otras inquietudes.


Más, hallé por azar aquella estela


de letras abotonadas de relatos e inquietudes,


que los tinteros parecen tener vida..,


Diría pues más que eso,


diría que llevan siglos pastando letras,


versos trotando,


anclados en las hojas, en las paredes de cualquier muro


de graffiti escritas palabras y resonando por costumbre,


y aquel que se deje llevar a tragos como el buen vino,


apuesta los duros con tal de dejarse llevar,


apuesta hasta los sueños por querer parar un rato,


a contemplar un tintero y una pluma,


de inquietudes pespuntes en los folios…


Como una mosca se muere en la miel,


se quedó una naufraga tallada de antaño.


Más no era sirena, no era Afrodita,


Era más bien un pasajero tiempo,


venido de otra época por si en algún instante,


fuese advertida por sus ojos al mirar,


por una palabra, quizás un verso perdido.


Más dijo: os juro si aún se escriban versos,


en esa otra vida hallaré el mismo camino


anclado al tiempo olvido,


por reencontrar


y yacer entre mariposas ,


en la esbeltez del trigo...


PD. Gus.


Lo dejo otra vez. Es un poema o como quiera que sea. (Muy especial para mí).

María Gladys Estèvez.


Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...