lunes, 4 de octubre de 2021

La ingravidez bella.



La vi cruzando la calle. Llevaba una gabardina de lunares, y capucha. Se me antojo que quizás venía del pasado.

No logré ver bien su rostro. Una mujer menuda, delgada, bajita.

Como si de un espectro se tratara al cruzar parecía que lo hacía en una ingravidez bella para mi gusto. 

No pude apartar la mirada, la seguí hasta que se perdió, sin más. Como si no hubiera estado por allí.

Una vez llegué a mi destino quedé por largo rato sentada en mi porche observando el horizonte, pero con la inquietud de lo que había experimentado. 


No me equivoqué. Era de otro tiempo. Trescientos años atrás.


A veces suceden cosas que para nosotros no tienen explicación, pero si que tienen, y mucho.

Si hubiese ocurrido lo contrario también alguien hubiera pesando lo mismo.

Y es que somos frágiles, etéreos, somos aves migratorias.

Es cuestión de saber y entender que nada es para siempre y que somos o no somos. Que andamos dando vueltas al tiempo, una, y otra vez.


 

viernes, 1 de octubre de 2021

Y si de mi del ancla al soltar-se pudiese huir .


Y si de mi del ancla

al soltar-se

pudiese huir 


Del templo encerrada

volvería a vivir.


Y si de mi del ancla

al soltar-se

vivir, vivir.

Cual ave vuela 

Cual fiera 

Cual Águila 

Cual delfín

Dejaría este mundo

de locos

atrás


Volver, volver

al vientre cálido

a mi cáliz 

a dormir

plácidamente.


 

Pensamientos, reflexiones y.

 


En verdad les digo, que si se vienen a lo que más les agrade, si se vienen a por una oportunidad, el cielo se colará por la autopista de sus venas…





Es indigno que hayan personas que suelten sus bravuconadas espantando hasta los mirlos, si los hubieran. Y los gestos de éstas, toscos, irritables, alzando las manos y señalando cualquier cosa con tal de llamar la atención…





Suelen algunas personas apoyarse en otras, pero no como soporte de auxilio, lo hacen para joder, así de claro…






El demonio invierno estaba allí.

 

El agua cae en cascadas. El refugio no es seguro, pero de momento ahí estará, hasta que acampe el tiempo, hasta que algún pajarillo se atreva a salir.


Hasta que los zorrillos campen contentos buscando comida. La galletas y una botella de Whisky de Grano y una percha, es todo lo que tiene. Pero el abrigo lo necesita para resguardarse del duro frío, de la montaña maldita. De modo, que la percha, sobra…


Lustre a las botas, para qué, se preguntó. El demonio invierno estaba allí, acechando, como una bestia cuando se dispone a cazar, con los ojos enfervorizados, con las garras brillantes, son cuchillos. Un trago templó el cuerpo, pero varios, ya supusieron que quedara como un paquete inerte en el camastro, boca arriba…


Amaneció al fin. Apenas si pudo ver bien por el postigo las montañas nevadas, y los cuervos, y los zorrillos. Pero las piernas habían quedado al aire toda la noche. El abrigo acaparó solo los hombros y poco más. Las piernas dañadas por el incesante picoteo de las chinches. Alguien venia a su encuentro. Salió como alma que lleva el diablo de la sucia cabaña. Pero cayó al vació, su cuerpo se partió en mil pedazos.


A veces, es mejor quedarse un par de días más…



No tapes mi boca, no tapes mis ojos, no me mires.

 



¿A quién estás mirando?..


Le contestó, que a ella. El lienzo colgaba de la pared húmeda del 

torrente de agua que caía en esos momentos.


Sin marcos, solo un lienzo. El rostro inmaculado. El rostro con una 

leve sonrisa de luminaria, excelso. Con una sonrisa corta y malvada.


De modo que ahí seguía, observador. Casi sin pestañear. Los colores 

oscuros predominan, los ocres, sólo una leve pincelada, como si 

alguien, adrede, hubiera cerrado los postigos, entonces un pequeño 

halo de luz casi imperceptible. Una pincelada de ocre maldito.


Pero miró a un lado y al otro de la sala de exposiciones. Nadie había 

ya. Con lo cual, se había alegrado, en cierto modo; porque en 

realidad temblaba de miedo, de terror, de percibir en el pecho el 

puñal de los ojos, de ella.


Una amalgama telúrica le aplastó el pecho y se orinó en ese mismo 

instante. Y las gotas gordas de sudor le besaron los labios. Pero era 

veneno.


¿Porqué insistes? Dijo ella.


Le contestó que no podía dar un paso, que no podía dejar de mirar.


Estás perdido. Estás derrotado. Aniquilado. Los vocablos salieron de 

la boca de ella, derritiendo el óleo al mismo tiempo.


Siguió orinándose dos veces más. Pero ya era demasiado tarde, un 

vómito de ella escupió su absurda estampa de hombre miedoso, 

cobarde.


!No me mires! Volvió a decir ella, esta vez, el grito se coló por los 

zócalos, se coló por el mísero postigo.


Sonrió, sonrió al verlo tan extremadamente loco. Un cuerpo 

mordido 

por la lengua de ella. Derrota, dijo y volvió a sonreír, levemente, 

como cuando una caricia, como un beso en la piel...





Cómo te extraño mi amor.

 

Fue imposible desear no permanecer allí. Su pecho ardía como si una espada lo hubiera atravesado.

Ese día las palomas se amontonaron en el patio, justo al lado de la capilla, eran tantas, que casi no se podía caminar. El mar permaneció calmo todo el tiempo, y el sol esculpía con sus rayos los rostros sombríos de algunos, sobre todo los que se hallaban detrás de la cristalera.


Se contuvo por un rato, incluso ofrecía algo de beber o de comer, con el gesto amable, pero con el dolor en los ojos; pero todo era tan irreal. Lo sabía, y sabía que de un momento a otro estallaría de rabia y de pena, y los rizos del cabello se desmoronarían como el serrín cuando cae en diminutas partículas de polvo.


La criatura nació una tarde de mayo, un hermoso niño de ojos negros y pelo rubio.


-Hola mi amor, le dijo. Soy tu mamá, prosiguió.


Se sentía muy dichosa a pesar de lo agotada por el parto, pero eso era algo insignificante para ella, realmente la felicidad inundaba la habitación y la sonrisa se explayó, como un bostezo. El pequeño lloraba. Ella lo acercaba a su pecho con mucho cuidado para amamantarlo, luego se cruzaron la miradas.


El regreso a casa causó una expectación increíble. La cunita blanca en una esquina de la habitación y al lado el ropero. Se había preparado unos días antes meticulosamente, a falta del tul para cubrir. Luego llegaron los seis angelitos muy bien guardados, cada uno en una caja. Seguramente habrían de adornar el capazo y la cuna; eran muy bonitos y poco vistos, porque se cocieron literalmente en el horno; luego, una capa de pintura azul y para las alas, un color ocre suave. A Lilia le gustaba eso de hacer angelitos con el sobrante de pan duro.


El eco de aquellos días felices resonaron en su cabeza como golpes de martillo, como cuando el herrero faena distraído de todo y se afana.


-¿Quieres el misal?, le dijo la señora, una de tantas que permanecían en silencio, como si en verdad aquel infierno le quemara siquiera un dedo de sus manos, pero allí permaneció hasta que hubo terminado la misa, luego, se fue. Todos se fueron.




-No, dijo. Y de nuevo volvió a mirarlo. Era tan bello, tan sereno dormía. Quiso romper con sus manos el cristal, y gritar, y correr y besarlo. Pero clavó las uñas en su estómago, y sangró su boca y quiso vomitar la cruel despedida...


Ellos no saben de la mar que en belleza supera.


Ellos no saben

de la mar que en

belleza supera

al más hermoso volcán.

Ellos no saben de la 

traición que la belleza

pueda matar

Mar, el mar, la mar


Sirena, lobo, sirena, lobo.

Y en caracolas se duermen

sin saber dónde están.


Ellos no saben de la mar

que en belleza supera al más

hermoso volcán.


Duermen, duermen para siempre

Caracolas son sus tumbas

La mar, el mar ,la mar

de su hermosura traición

de sus aguas cristalinas

nubarrones.


Siquiera saber que aún en 

su belleza mar, volcán, mar, volcán

como las sirenas de dulce cantar

se llevan, se llevan las almas

en lo profundo del mar, la mar.


 

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...