Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

sábado, 9 de enero de 2021

Podría ser un sueño.

 

Aquellas manos no paraban de tejer, cual si fuese un araña presurosa, que trabaja a deshoras para lograr una tela de araña perfecta. 

Una entrecruzada amalgama  de hilos, a un lado, y al otro, deliberadamente, a propósito de todo. 

Tejer, tejer, se dijo. 

Mientras tanto sopla el viento desde aquel cerro. Llueve intensamente, y nieva, a ratos. El vidrio de sus gafas está empañado. Siempre lo estuvo. Lo estuvo cuando sus hijos se marcharon a la guerra, cuando tuvo que mendigar para darles de comer, y a veces hasta de prostituirse. (Los hijos son la prolongación de la vida, son mis vidas consecutivas, pensó)


Había parido con un dolor insoportable. El grito se prolongó hasta bien entrada la madrugada, de ambos. Dos partos dolorosos, pero hermosos. 


Regresaron vivos, vivos, y tristes, muy tristes. 


Una bufanda de colores se extendió desde la sala hasta bien entrado el camino, que rodeado de cipreses, parecía el cielo. 

Una bufanda que se convirtió en recuerdos: aquellas gloriosas fiestas con jóvenes bailando, con risotadas. (Sin ni siquiera pensar en un futuro inmediato, porque el futuro era ese mismo instante). El mismo en el que un beso se posaba levemente en labios juveniles. 

Una nube se tornó en un gris oscuro y derramó una miríada de lágrimas. Aquel abeto se mantiene vivo, los pájaros se reservan en las ramas, en los nidos.

Hay un funeral. Es triste. Una campanada suena, ahora otra.


Una leve sonrisa, de ella. (Si volvieras sería un sueño), pensó.


Agradable estación este año, agradable sensación pensar, sentir, tu aliento..






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